Chefchauen

20160507_201835_26781436102_oEn la visita que hicimos un grupo de amigos y amigas a la ciudad marroquí de Chefchauen, me llamaron la atención algunas cosas:

  • La belleza de la ciudad, de la que dan buena cuenta las fotos.
  • La cantidad de gatos que se ven por sus calles.
  • Lo limpia que amanece la ciudad, teniendo en cuenta que no hay contenedores para la basura, las bolsas se depositan en la calle donde los gatos las rompen y esparcen la basura antes de que se recoja. La recogida en la vieja medina es manual porque sus calles estrechas y escalonadas hacen imposible el paso de vehículos.
  • El excelente servicio gestionado por la agencia con la que contratamos, en todas sus facetas: alojamiento, desayuno, traslados, información.
  • La alta calidad de la comida local.
  • La mala consideración que nuestro casero manifestaba de los autóctonos. Diez años de convivencia y sólo en el último desayuno dijo algo positivo, aunque lo matizó rápidamente: Se les dan bien los idiomas y tienen buena memoria… porque tienen el disco duro vacío.

Me recordó este casero (cuyas atenciones hacia nosotros fueron muy buenas, todo hay que decirlo) a algunos docentes que no sienten el más mínimo aprecio hacia su alumnado. Sueñan con el antiguo alumnado de bachillerato, seleccionado y domesticado, que por cierto nunca existió por mucho que crean que sí. Sienten la diversidad como un handicap insuperable y no como una oportunidad.  En el fondo no les gusta su trabajo, aunque les resulta más cómodo seguir en él que buscarse otro. Sin ellos y ellas los colegios, y especialmente los institutos, mejorarían mucho. Porque hay muy buenos profesionales, sean vocacionales o no.

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