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De consumidores y traficantes

Algunos expresidentes -esos jarrones chinos que no se sabe muy bien dónde colocar- están lanzado opiniones incendiarias: hay que replantearse el tratamiento que se da a todo lo relacionado con las drogas, sin descartar la legalización siempre que se actúe a escala mundial.

Pues estoy de acuerdo. La situación actual es mala y tiende a empeorar. Aumenta el número de muertos por causa del narcotráfico. Hay regiones en el mundo en las que el riesgo de vivir alcanza cotas insoportables por el mismo motivo. Los delitos que tienen como causa última (o penúltima, porque el dinero está todavía más atrás) las drogas, en uno u otro aspecto, se incrementan cada día. Está claro que el prohibicionismo ha fracasado.

Lo sensato es pensar en nuevas propuestas, nuevas alternativas. Se hace necesario abrir un debate de gran calado y de ámbito mundial. Hablar de ello no va a empeorar la situación y podría ser que se encontrará una alternativa global mejor. Porque me parece  indudable que no cabe la posibilidad de que un cambio sólo local sea efectivo, no creo que se puedan hacer pruebas, para ver cómo funciona la medida, en un mundo tan globalizado como el actual.

Se dice desconocer las consecuencias de la legalización y eso se da como excusa para no plantear nungún cambio. Con esa filosofía estaríamos todavía en las cavernas. ¡Mira que no cuesta cambiar!

Por otra parte, la supresión de la  ley seca estadounidense demostró que con la legalización se evita el tráfico y los delitos aparejados, al tiempo que se hace más fácil conseguir la sustancia. Analicemos pros  y contras, y lleguemos a conclusiones.

Nunca vamos a estar todos de acuerdo. Cada día aumenta el número de prohibiciones (fumar, vender dulces en los colegios, las bebidas azucaradas…) y no sé si es la mejor manera de conseguir el objetivo que se pretende. Cierto que aquello de prohibido prohibir de los sesenta, además de una contradicción en sus términos (está haciendo aquello que prohibe hacer), es una puerilidad, una muestra de inocencia total. La vida en sociedad requiere la existencia de normas y la garantía de su complimiento. Pero me temo que estamos perdiendo demasiada libertad en aras de la seguridad.

Pese a ello, no creo que la educación sea suficiente medida para que la gente haga lo que debe y deje de hacer lo que está mal. Sin duda lo será para muchos, incluso puede que para la mayoría si las cosas se hacen bien (y una vez pasada la edad de la adolescencia, en la que demasiados contravienen todas la normas para afirmarse contra los adultos). La actuación policial, la represión de los delitos, es necesaria sin duda.

No creo que lo que sucede con el alcohol sea sea una situación ideal, especialmente en relación con una juventud a la que, de hecho, en la mayoría de las ciudades se le habilitan espacios para beber barato y sin control, aunque se diga otra cosa. Pero ¿de verdad es peor que lo que ocurre con las drogas ilegales?

A veces pienso que hay demasiado dinero y demasiado poder en juego. Hay demasiados poderosos, de esos que no se ven pero están detrás de las decisiones transcendentales, cuyo interés está en que la situación se mantenga, no importa a costa de cuántas vidas, porque no son las suyas. Y utilizan los medios de comunicación para convencernos de que cualquier cambio sería para peor.

Toda esta reflexión viene a cuento de lo que sucede a dos pasos de mi casa: todo el que lo ve tiene la impresión de que se trapichea. Seguramente no será con grandes cantidades, pero se hace y se sabe. Y no pasa nada. Hace un par de días vi llegar un coche de policía… con luces y sirenas. Temo que se pueda repetir la situación que se vivió en entre los ochenta y los noventa, cuando un grupo numeroso de jóvenes se enganchó al consumo.  Empezaron con maría y terminaron con heroína. La mayoría de ellos (y ellas) no han levantado cabeza: algunos perdieron la vida, otros la sobrellevan (metadona, trapicheo…) Hay honrosas excepciones, pero son eso: excepciones. Los implicados en el nuevo episodio puede que  no conozcan el pasado, pero sus padres sí. Y las autoridades también.

Opina Almudena Grandes, desde México.

Opina Vargas Llosa, el 07/11/2010