¡La que ha armado Stephen Hawking! Todavía no se ha publicado su libro pero ya se interpreta su afirmación y se toma partido a favor o en contra de su tesis. ¿O será, como ha sido siempre, una hipótesis? Porque demostrar, lo que se dice demostrar, tanto la existencia como la no existencia de de un dios-creador, me parece a mí que es más cuestión de fe que de ciencia.
Ya he escrito en una entrada anterior que entiendo que haya personas que no puedan aceptar su propia existencia sin un propósito, sin la finalidad que les aporta la religión. De la misma forma que las hay que nunca se hacen adultas, que son adolescentes mentales aunque tengan 50 años.
No quiero decir que todos los creyentes sean inmaduros, aunque es verdad que muchos de ellos lo son. Pero si repasamos la historia de la humanidad en el aspecto de las creencias, ¿quién duda de que según ha ido avanzando la ciencia se ha ido replegando la religión? ¿Cómo olvidar que la Iglesia católica (es la que hemos tenido más cerca por haber nacido en España y no en Marruecos, por ejemplo) ha pretendido controlar los conocimientos científicos, negar los avances demostrados, condenando a los que osaban llevar la contraria a sus enseñanzas?
Cada paso que ha dado la ciencia ha explicado un poquito más la realidad. Con una suficiencia en algunos casos, que al echar la vista atras nos hace sonrojar: llamar átomo (= no se puede vividir) al átomo (el estudio actual de las partículas subatómica requiere todo un tratado) es un ejemplo paradigmático. Pero pasito a paso se va avanzando y vamos entendiendo cómo funciona este universo en el que nos encontramos. Y debe llegar el momento en el que la ciencia lo explique coherentemente.
Parece que la mente privilegiada de Hawking ha llegado a ese punto: no necesita a Dios para explicar la existencia del universo, porque las leyes descubiertas (habla de la gravitación) ya lo hacen. ¿Eso impedirá la fe de otros? Naturalmente que no, ni la dificultará: el que quiera creer, sentir que otro alguien vela por él, lo seguirá haciendo.
Pero las personas que se dedican a la ciencia no pueden dejarse guiar por sus creeencias, sino por las demostraciones. Por eso no me extraña que la mayoría de los científicos actuales sean ateos.
Cada curso, al comenzar las clases de Ciencias de la Naturaleza, dedico un tiempo con mi alumnado a conocer cómo ha ido cambiando la mentalidad de la humanidad y cómo hemos pasado de considerarnos el centro del Universo a vernos como una especie más entre los millones de seres vivos existentes en uno de los planetas que giran alrededor de una pequeña estrella situada en uno de los brazos de una de las galaxias. Pero una especie que se plantea preguntas y busca respuestas, que es capaz de lo mejor y de lo peor y en la que cada uno puede aportar algo para dejar su mundo un poquito mejor que lo encontró.