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Egoismo

Una pareja conocida (otra más) ha decidido separarse. Ambos lo tienen claro: la convivencia se ha hecho difícil y no parece posible que haya indicios de cambio suficiciente para recuperar un nivel satisfactorio, ni siquiera aceptable.

No son jóvenes, pero tampoco tan mayores como para renunciar a tener un proyecto de vida, en común o por separado. Rondan los 60 años.

Tienen dos hijos (bien entrados en la treintena, independizados desde hace tiempo) que han reaccionado de formas opuestas. Mientras uno de ellos les manifiesta su apoyo total a la decisión que tomen para una vida más feliz, el otro pretende a toda costa que se mantengan juntos, no importa en qué condiciones.

Chantaje emocional en toda regla: llantos desesperados (que hasta escuchan los vecinos), amenazas con dejar de visitarles, …

Y lo mejor, los argumentos (por llamarlos de alguna manera):

– Después de casi cuarenta años ¿por qué? ¡A vuestra edad!

– Me voy a morir de vergüenza. No contéis conmigo para nada.

– ¡Con lo bien que yo vivía! ¡Me vais a joder la vida.!

– Esta casa, el apartamento en la playa… me lo vais a echar a perder.

¿Se puede ser más egoista?

 

Machismo

Ni es la primera ni será la última vez que este tema aparezca por aquí, porque me parece preocupante.

Es raro el día que no veo o conozco detalles a los que sus protagonistas no dan importancia:

  • Novias (en miniatura, porque son tan jóvenes que me pregunto dónde están sus padres y madres) privadas de libertad que aceptan la situación con naturalidad, porque se parece a lo que ven en su casa.
  • Jóvenes (ellas) que dejan de ser dueñas de su vida, sometidas a la arbitrariedad egoista de su pareja hasta límites que pueden afectar a su futuro seriamente. (relaciones con penetración sí o sí, y de preservativo nada).
  • Mujeres que son la única fuente de ingresos de su familia, trabajando en casas ajenas… después de dejar la suya limpia y la comida hecha, aunque para ello hayan tenido que acostarse a las mil y levantarse de madrugada. Mientras los hombres de la familia sestean, por decirlo de alguna manera.
  • Chicos que reconocen que no hacen nada en casa, mientras sus hermanas, incluso menores que ellos sí que colaboran.
  • Hombres que ayudan a sus mujeres que trabajan fuera de casa, igual que ellos, como si les hicieran un favor. Y mujeres que les agradecen la ayuda, como si la obligación fuera absolutamente suya.
  • Hombres que comentan en el bar el asesinato de una mujer por su pareja diciendo que cuando un hombre mata a una mujer no es por nada, es por despecho. Y con ello lo entienden, si no lo justifican.

Cuando quedan tantas situaciones como éstas en la vida diaria, que personas con visibilidad pública, por el motivo que sea, refuerzan estas actitudes con sus palabras o sus actos, le hacen un flaco favor a una sociedad necesitada de superar ese machismo residual que envenena la vida de las que lo sufren (y lo transmiten a sus hijas al soportarlo, porque la mejor enseñanza es el ejemplo).

Para muestra, dos botones de sobra conocidos. Me parece imposible que alguien pueda defenderlos, aunque no sea partidario de Leire Pajín.

Y una apostilla respecto al último: Se pregunta Carlos César Álvarez si esta sociedad se escacndaliza cada vez más fácilmente. Claro que sí, y eso es síntoma de que mejora. Ya no se consideran normales, para la mayor parte de la sociedad, los ejemplos que ponía al principio.

Otra opinión, sobre el mismo tema, de Elvira Lindo