En mi caminata matinal paso por delante de un colegio y muy cerca de otros dos, a la hora en la que niños y niñas acuden, bien al aula matinal bien a la clase ordinaria.
Puedo observar las muy distintas formas en que los adultos tratan a los niños y niñas.
- Son muchos los padres y madres que acarrean los materiales de sus hijos, aunque no sean pesados ni voluminosos, lo que me indica que la responsabilidad respecto a sus cosas no va por el mejor camino. Seguramente quien mete los cuadernos y los libros en la maleta tampoco es el niño o la niña. La autonomía se deja para después.
- Pero hay algunas, incluso entre los más pequeños, que ya muestran su capacidad emprendedora.
- Algunos van con aspecto de ser felices, hablando entre ellos, y al segundo o tercer día que me los cruzo saludan con alegría (especialmente a mi perra).
- A otros les llevan por la calle medio dormidos, sin intercambiar palabra, como si fueran al suplicio.
- Algunas mamás procuran hacerles el camino más fácil con juguetes que han de abandonar a la puerta, como si quisieran hacerles olvidar adónde van. O como si hubieran entendido que pasarlo bien siempre que se puede no es algo superfluo.
- Otras van repasando por el camino las lecciones.
- Los abuelos y abuelas que les acompañan son muy pacientes, y no suelen llevar prisa. (Hay que ver la cantidad de hombres mayores que están haciendo con sus nietos algo que les habría parecido imposible con sus hijos).
- Se ven algunos padres, aunque siguen siendo inmensa mayoría las madres. ¡Cuánto cuestan los cambios!
Y muchas, muchas veces, nos acompaña un amanecer en el que pocas de estas personas se fijan.