No resisto la tentación de recomendar aquí una entrada de otro blog.
http://ined21.com/ejemplaridad-publica-y-ejemplaridad-educativa/
Y copiarla:
EJEMPLARIDAD PÚBLICA Y EJEMPLARIDAD EDUCATIVA |
Una ventaja de vivir y reflexionar en una época de crisis sistémica como la nuestra, es la siguiente: la necesidad de replantaernos los supuestos y fundamentos de nuestra dimensión pública y privada. Hemos dicho crisis sistémica: política, economía, sociedad y cultura están interrelacionados en un continuo que nos ha llevado a la situación actual. La educación es una parte de este fracaso colectivo. No puede haber debate educativo que se abstraiga del debate de fundamentos en que nos hallamos.
Queremos acercarnos y argumentar una idea que tiene una larga tradición: la ejemplaridad. Desde Aristóteles hasta nuestro cercano Javier Gomá, un ideal que atraviesa la cultura occidental, un ideal crítico del realismo mediocre desde el que vivimos y pensamos. Nuestra España del s.XXI necesita un impulso de ejemplaridad que nos afecta a todos: nuestro país abusa del discurso y ejemplariza pocas conductas. Esta intuición que enuncio, afecta a todos las élites: políticas, económicas, sociales y culturales. ¿Por qué? La sociedad donde desarrollan su actividad se lo permite, ha normalizado lo que debería ser razón de crítica. Normalizar lo que debería ser criticable, es decir que no somos diferentes. Lo siento: no podemos serlo, no somos iguales.
Ejemplaridad implica que cada individuo tome su actividad como ejemplo. ¿Qué quiere decir esto? Un profesor que cada día a las 8,00 de la mañana entra motivado y comprometido en una clase difícil y compleja, es el mejor argumento para mejorar nuestro contexto y nuestro país. Las leyes educativas no dan clase, somos nosotros. Ninguna ley mejorará nuestro trabajo de aula, somos nosotros. Ningún partido político o sindicato da clase, somos nosotros. Aristóteles afirmaba la actividad como el verdadero motor del cambio moral: es nuestra voluntad lo que está en juego.
Ejemplaridad implica responsabilidad concreta de cada uno de nosotros. El trabajo que hacemos cada día es tan importante, que muchas veces hemos olvidado lo esencial: la educación no es una opción profesional más, es una pasión donde construimos personas. Pasión es motivación intrínseca: nadie vendrá a hacer un buen trabajo por nosotros. Cuando desde este lugar hemos propuesto posibles soluciones, lo hacemos con un única convicción: la excelencia de cada profesor es su mejor ejemplo. Están ahí, trabajan al lado de nosotros: su modelo es lo que nos hará salir de la mediocridad. Esta sociedad debe volver a saberlo: un buen profesor es un capital social que crea futuro cada día.
Ejemplaridad pública, ejemplaridad educativa: somos nosotros. Ningún país tiene futuro, sin un sistema educativo que lo construya. Es desolador seguir escuchando discursos desde todos los ámbitos: un poco de silencio, demuéstramelo con tus actos. Perdonen el testimonio, no hay mejor argumento: esta mañana fría y áspera, esperando para entrar en las clases, las conversaciones se cruzaban entre reproches a la clase política y económica. Un compañero admirable al que le quedan dos años para jubilarse; un compañero que lleva más de tres décadas en nuestro oficio, me dijo al oído: “Nadie ha podido conmigo, hoy quiero dar la mejor clase que pueda” . Gracias: Aristóteles no lo hubiera dicho mejor…