Mientras viajábamos, la señora que iba en el asiento detrás del mío mantuvo, en voz baja, esta conversación:
– Mira, Carlota, anoche cuando hablamos me quedé mal y tomé una decisión. Tú necesitas ese viaje con tus compañeros y lo vas a hacer. Vete inmediatamente a una agencia y reserva, yo lo pago.
– …
– Ya sé que son 400 €: los tengo y te los doy.
– …Si te vas a sentir mejor me los devuelves cuando puedas, aunque no quiero que lo hagas, es un regalo.
-…
– No llores y haz lo que te digo. Tu lo necesitas y yo puedo pagarlo. Si no, ¿para qué estamos los amigos?