Son muchas las ocasiones en que comentamos lo mucho que les cuesta a los críos atender a las explicaciones, escuchar lo que se les dice. Las compañeras que trabajan en infantil y los primeros cursos de primaria se quejan de que las escuchan como quien oye llover, como si no fuera con ellos y ellas.
Observando lo que pasa en las familias actuales yo sostengo que la razón es clara: en su casa el niño o la niña es el centro del mundo: todo y todos giran en torno a él desde que nace. Y no lo dejan ni a sol ni a sombra, siempre pendientes de sus necesidades, deseos o caprichos. Padres encimones, dice Elvira Lindo. Niños que mandan, y padres que obedecen.
Sé de una madre que trabaja fuera de casa y ha utilizado su tiempo para comer en dar un paseo en autobús, porque eso era lo que su hijo (unos 2 años) quería.
Les preguntan quién quieren que les lleve al cole, o a las actividades de la tarde. Acuerdan con ellos dónde van a pasar las vacaciones o el coche que van a comprar a unas edades en que está totalmente fuera de lugar. Les permiden decidir si visitan a los abuelos, si van al parque o ven la tele.
¡Ah! Y nunca les dicen no de verdad. Si alguna vez se arriesgan a negarles algo, enseguida se arrepienten: en cuanto empiezan a llorar. ¡Les dan tanta lástima!. Eso la primera vez. La segunda, si se retrasan en retractarse la pataleta es de órdago. Y ya aprendieron el método para conseguir lo que quieren.
Así, cuando llegan a la escuela hay que enseñarles las normas más elementales. Y lo que más cuesta es que atiendan para saber lo que tienen que hacer. Pretenden seguir haciendo lo que quieren, como quieren y cuando quieren.
¡Dura tarea la del maestro!