Estos días ha estado alborotado el patio en Internet. Tanto, que la repercusión de lo que se decía (escribía) en Twitter se ha reflejado en el resto de los medios de comunicación de masas en España, que los movimientos sociales en Túnez y Egipto se han convocado y retroalimentado a través de las redes sociales. Y todo parece indicar que no terminan aquí.
Desde 2005, según cuentan los documentos de Wikileaks, los blogueros egipcios estaban «desempeñando un importante papel al ensanchar el espectro de libertad de expresión y las discusiones sociales y políticas». Y cuando la represión actuó, desde Facebook se convocó una huelga general con mucho éxito. Todavía no se sabe cómo terminará, pero está claro que el mundo árabe se está moviendo y ya nunca será igual, y ello habría sido impensable, al menos de momento, sin la comunicación que ha partido de la red.
La movida española en Twitter, que cabría calificar de anecdótica si no se hubiera desbocado hasta terminar con el trabajo de Vigalondo en El País de mala manera, hace pensar que los adultos, igual que los adolescentes con los que trabajo, por una parte nos tomamos a veces demasiado en serio minucias que no lo merecen (un twit provocador de Pérez Reverte, o de Vigalondo, o uno en el que Bisbal manifuesta su poca cultura), y por otra no somos conscientes de que lo que decimos en público, aunque lo hagamos desde la intimidad de nuestro ordenador o cualquier otro terminal informatizado, queda escrito y se puede interpretar de más de una forma.
El uso que hacemos de las redes sociales, tanto jóvenes como adultos, no es inocuo. Puede ser inocente, pero tiene consecuencias, buenas y malas, como todas las actividades humanas. Y una vez la bola comienza a rodar pendiente abajo ya no hay quien la pare.
Todos conocemos a alguien cuya página en una red le hizo perder un trabajo, o fue el detonante de su ruptura matrimonial, niñas que cuelgan fotos cuya trascendencia ni siquiera imaginan, ladrones a los que se facilita el trabajo diciéndoles cuándo dejamos la casa vacía…
Y también personas que se han salvado por avisos en la red, información precisa en el momento en que la necesitas, ahorro de tiempo en gestiones inaplazables… Y la inyección que va suponer para Save The Children el libro Espía de Dios que su autor, Juan Gómez-Jurado, ha colocado en itunes para su descarga gratuita, y lo ha contado en Twitter pidiendo a cambio que se ingrese un euro en la cuenta de la ONG.
Y aulas TIC. La posibilidad de un cambio real en la enseñanza. Insisto en lo de posibilidad. Si hacemos lo mismo con medios digitales se quedará en eso: po-si-bi-li-dad. Pero puede ser otra cosa. ¿Habeis visto la cara con la un alumno te enseña un mapa conceptual con información desplegable, fotos, videos y enlaces que ha buscado? ¿O con la que te dice o escribe: -He colocado el trabajo en mi blog?
Internet y las redes son herramientas y se pueden usar para lo mejor y para lo peor. Vamos a vivir con ellas, queramos o no, (pienso que la mayoría queremos), aunque a algunos les den mucho miedo, entre otros a muchos padres y madres que se sienten incapaces de controlar lo que sus hijos, demasiado pequeños, dicen y cuelgan en tuenti y en facebook.
Interesante artículo publicado por Microsiervos.
Víctimas de Twitter, publicado en El Correo. Yo lo encontré a través de Enrique Dans.
Un incendio que se extiende, de Lluis Basset.
Enlaces sobre seguridad en la red: para alumnado (información y un juego) y para padres, que mañana es el Día Internacional de Internet Seguro.
Si lo que quieres es vivir cien años, de Sabina