Son un grupo de Sevilla, Zejel, a los que vi y escuché anoche. Dicen ellos que el grupo es un proyecto que nace y navega entre un mar de memorias, aromas, melodías e improvisaciones. Interpretan música que corresponde al tiempo de Al Andalus, en que convivieron culturas que en el aspecto musical resultaron influidas unas por otras sin que pueda decirse en la mayoría de los casos de cuál de ellas es la idea original.
Anoche escuchamos una canción sefardí cuya letra habla de una niña de ojos negros relucientes que encuentra en un café en Salónica, una cantiga de amigo, una canción en la que un enamorado se enfada porque la culebra de tu hermana no les deja hacer el amor, y otras en árabe y en accitano que nos resultaron ininteleligibles.
Pero si la letra se puede entendar más o menos (poco más que lo reseñado entendí yo), la música, el ritmo y la voz nos tocaron la fibra sensible a los asistentes, que, la verdad, no éramos muchos.
Mención aparte merecen los instrumentos musicales: un laud árabe, una zanfoña o viola de rueda y el que más tocó y más desconocido me es: el santur, que tiene malrededor de cien cuerdas y parece que es el precursor del piano. Tiene una sonoridad fantástica.
El percusionista por su parte demostró una enorme capacidad para utilizar toda la variedad de elementos que se pueden ver en la foto. En una de las canciones hizo un solo larguísimo (no miré el reloj y no me arriesgo a decir de cuánto tiempo, pero fue realmente largo), que entusiasmó al publico asistente.
Una amiga me avisó de la actuación y se lo agradezco. Merecía la pena.
He encontrado un video con una de las canciones: A chantar