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Mirando hacia atrás para ir hacia adelante

Estoy de acuerdo con Pablo Herrero:  esta entrevista sirve para entender mucho de lo que ha pasado en los últimos 30 años en España.

Y tiene un final esperanzador:

Lo que viene detrás de lo que está pasando no está escrito: depende de lo que hagamos o lo que dejemos de hacer. Así que brindo porque no se os olvide que el futuro no está escrito y que lo vais a hacer vosotros.

Jornada de lucha por la escuela pública

No es nuevo: estoy a favor de la escuela pública de calidad y en contra de la LOMCE, que favorece de forma manifiesta a la escuela privada.

Si perdemos el derecho al acceso a la educación en condiciones de igualdad estaremos condenando a gran parte de la población, y en consecuencia al país, a una vida menos satisfactoria, al privarles de la posibilidad de mejorar su situación de partida.

Entre los derechos que estamos perdiendo en esta crisis tomada como excusa para la reforma, a todas luces ideológica, de la sociedad del bienestar que creíamos conseguida, los relacionados con la educación están entre los más dolorosos porque afectan al futuro, a nuestros hijos y nietos.

La relación entre el nivel de estudios de padres y madres y los resultados en la pruebas PISA del alumnado actual, que pone de manifiesto José María Maraval en los últimos párrafos de este artículo, nos da la clave de lo que nos puede esperar en el futuro si no conseguimos que se corrija la derrota que marca la LOMCE.

Hay quienes se han tomado grandes molestias para poner en evidencia los errores que suponen los recortes y la ley. Aquí dejo dos ejemplos que circulan en la red y han sido creados para que se transmitan viralmente.

Éste utiliza un método que recuerda aquellos tiempos a los que parece que quieren devolvernos.

Como dice mi amiga Charo, a mí, mañana, no me cuentan porque no me descuentan. Pero estaré en la manifestación. Y dejo clara mi opinión: Porque creo en la Educación, defiendo la Pública:

El niño de la bicicleta

El niño de la bicicleta es, a mi modo de ver, una estupenda película  que presenta con crudeza:

  • La situación de desamparo afectivo de un niño, Cyril,  abandonado en un centro de acogida.
  • La incapacidad del padre para asumir su función de tal, preocupado sólo de seguir adelante con su vida, sin cargas filiales. Que desaparece sin avisar después de vender hasta la bicicleta de su hijo, su bien más preciado. Que pretende que otra persona le diga a su hijo que él no quiere verle más.
  • Las reacciones de una sociedad cruel e hipócrita, personalizada en los chicos del barrio, la pareja de Samantha que no entiende en absoluto de necesidades afectivas que no sean las suyas,  el camello que le embauca y le abandona,  el padre de otro chico que  instruye a su hijo para que mienta para no cargar con las consecuencias de sus actos.
  • La entrega de una mujer que se compromete con el chico al darse cuenta de su necesidad de cariño, y es capaz de calmar su rabia y hacer que vuelva a confiar y recupere la ilusión. Que responde a la petición de un niño desconocido, le protege de la violencia callejera y le conduce con cariño y firmeza a través de las trampas de una sociedad egoísta e inmoral, renunciando por el camino a su relación de pareja que le pone en la tesitura de elegir entre él y el chico.

La bicicleta, que comienza siendo el mayor deseo de Cyril, porque era un regalo de su padre al que no consigue localizar y cuya desaparición no acepta,  se convierte en el símbolo de su unión con Samantha, que la localiza y la recompra para él, ofreciéndole un nueva oportunidad de afecto que empieza aceptando a regañadientes y termina aceptando plenamente.

En resumen: una buena película, dura, porque muestra la realidad, pero que abre una puerta a la esperanza.

¡Ojalá existieran muchas Samanthas!

 

 

Consecuencias de usar internet

Todas las innovaciones han producido temores y escándalos. Incluso aquellas que han facilitado la vida han suscitado miedos.

Las relacionadas con la cultura, también. Hasta es posible que más que otras, al no estar directamente relacionadas con la supervivencia.

La imprenta, que hoy nadie duda lo que significó al poner la cultura de cierto nivel al alcance de muchas más personas, hizo innecesario aprender de memoria aquello que se transmitía por tradición oral. Y al fijar una versión de, por ejemplo, las obras teatrales, impidió su adaptación al contexto como al parecer era la tónica dominante con anterioridad. (Al menos eso dicen, valorándolo negativamente, los que hablan del paréntesis Gutenberg)

Antes de la generalización de los teléfonos móviles todos guardábamos en la memoria un buen puñado de números que usábamos con cierta frecuencia. Hoy hacemos la consulta no a nuestra memoria, a la del aparato. ¿Hemos perdido capacidad de memorizar, o la dedicamos a otros menesteres?

Cuando no disponíamos de calculadora hacíamos operaciones larguísimas, dedicando a ellas un tiempo que hoy no estaríamos dispuestos a invertir en ello. Me molesta que cuando voy a comprar tres pasteles tengan que sumar con la calculadora, si sucede, pero no quiero que mi alumnado dedique el tiempo de clase a hacer raíces cuadradas, por ejemplo.

Hoy, el uso de internet está haciendo innecesario guardar en nuestra memoria una ingente cantidad de datos. El tiempo del enciclopedismo pasó hace rato, nadie puede saber todo de casi nada. El concepto de persona culta está cambiando, lo queramos o no. Los jóvenes de hoy, aunque a algunos les cueste reconocerlo, manejan mucha más información que los  de hace sólo veinte años. Es otra información, claro: la que para esta generación es relevante.

Hay muchas discusiones al respecto, todos y todas opinamos desde nuestro particular enfoque. Y no siempre lo hacemos analizando todas las variables, porque nuestros apriorismos influyen demasiado en nuestro pensamiento.

Hoy Vargas Llosa publica un artículo en el que, reconociendo que carece de los conocimientos neurológicos y de informática para juzgar hasta qué punto son confiables las pruebas y experimentos científicos que describe Nicholas Carr  en el libro del que parte para dar su opinión, deja ésta clara: cuanto más inteligente sea nuestro ordenador más tontos seremos nosotros. El título ya es elocuente: Más información, menos conocimiento.

El debate sobre si el cambio en el uso que hacemos de nuestras capacidades influye en la estructura interna de nuestro cerebro, en nuestras conexiones neuronales, será resuelto, posiblemente sin tardar mucho, por las investigaciones  que ya están en curso. Pero sean cuales sean los resultados, la realidad ya está modificada y no tiene que ser para mal, como muchos presuponen. Lo decía hace unos días, en un documentado artículo, Perogrullo: Internet modifica la memoria: para bien.

En la enseñanza, cuando se repite tanto lo que hemos bajado el nivel, porque se exigen menos datos, olvidamos que se piden, cuando lo hacemos bien, más relaciones entre ellos, más causas y consecuencias es vez de listas de nombres y fechas, es decir más elaboración de contenidos, más nivel en definitiva.

Y va siendo hora de que saquemos consecuencias de la nueva realidad que se ha impuesto en la sociedad. Aunque sea por supervivencia, porque si no lo hacemos, nos arrollará: tiene potencia suficiente para ello.

Otro artículo sabre el tema

 

 

Soñar es gratis

He leido una entrevista con Michio Kaku, un físico teórico y divulgador científico, que reconoce haber enseñado cosas que ya son falsas, porque la ciencia y la tecnología  avanzan a una velocidad que nos deja atrás. Está convencido de que el futuro está a la vuelta de la esquina, un futuro que para la mayoría es un sueño: En diez años controlaremos el ordenador con la mente, los chips serán más baratos que el papel, seremos capaces de crear nuevos órganos, el inodoro tendrá más potencia de computación que un hospital…

Los sueños de hace veinte años no se han cumplido, aunque sean técnicamente posibles muchos de ellos: casas inteligentes (pero, ¿al alcance de quién?), eliminación de las enfermedades (¡Lo que ha costado controlar el sida! y ¿quien piensa en la malaria, el cólera y otras del tercer mundo?), …

Los avances han ido por otro camino: las tecnologías de la información y la comunicación y especialmente Internet. Hoy no parece que vaya a ser reversible, pese a que los poderes afectados intenten mantener el control a toda costa (SGAE, editores, propiedad intelectual…)

La investigación biomédia ha dado saltos fantásticos: se ha descifrado el genoma, el cáncer ya no es una sentencia de muerte, están sentadas las bases para todo lo que el físico entrevistado enumera. Pero ¿irá el futuro en esa dirección?

La entrevista aquí.