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Nueva académica de la lengua

Otra mujer -ya era hora- forma parte de la Real Academia de la Lengua. Se llama Inés Fernández-Ordóñez y es filóloga.

Hoy he leido una entrevista que le hace Iker Seisdedos en el País y me han llamado la atención algunas de sus afirmaciones:

Imagen tomada de es.globedia.com
  • En el colegio no estudiamos lengua, sino un dialecto que se llama la lengua de la cultura escrita. En ese dialecto nos entrenamos, porque de su dominio depende nuestro éxito social.
  • Es inapropiado pretender solucionar problemas sociales por la vía del lenguaje. Es fijarse en lo que menos ayuda a los cambios sociales. Es como cuando dicen que las mujeres son invisibles porque el plural se hace en masculino. (Respecto al sexismo de la lengua)
  • La variedad lingüística es consustancial de la lengua. El dialecto es la lengua de la amistad, de la intimidad, del coloquio.

No estoy tan segura como ella de la falta de trascendencia del uso que se hace de masculinos o femeninos, aunque, por supuesto, no se me ocurre decir miembra, ni creo que tengamos que ser tan políticamente correctos como otras preconizan.

Echo de menos a un compañero filólogo con el que solía debatir estas y otras cuestiones. Por ejemplo, comprobamos que la ruta de la plata, además de objetos transportaba cultura. Encontramos palabras que se usan en sus alrededores en zonas tan distantes como parte de las provincias de Sevilla y Salamanca, sin que sean conocidas en otras zonas de Andalucía (Sevilla incluida).

Entre visillos

No tengo en principio ánimo de comentar cada libro que lea, pero sobre algunos, por diversas causas, escribiré mis impresiones. Ni que decir tiene que no se trata de hacer crítica literaria, para eso hay especialistas y yo sólo soy una lectora por placer.

Entre visillos me ha provocado una cierta melancolía, ha traído a mi mente recuerdos en un doble sentido. Por una parte, ya lo mencionaba en una entrada anterior, de lugares conocidos y valorados, a veces añorados. Y por otra, de situaciones, actitudes ante la vida, formas de relacionarse, incluso de ir por la calle, que, sin pertenecer a la clase social de los personajes de la novela puesto que ni de lejos nací en una familia burguesa, reconozco en muchos aspectos como propias de la sociedad de mi adolescencia y juventud. Una sociedad asfixiante en la que las cosas más sencillas eran imposibles y en la que la formación de las mujeres se pretendía reducir a la imprescindible para ser una buena compañera de su marido, es decir, cuanto menos, mejor. ¡Cuanto costó romper los clichés!

Leerlo me ha hecho consciente de lo mucho que las pautas han cambiado para las mujeres y también de que patrones de entonces los repiten mis alumnas de ahora por más que intentemos hacer que cambien. El machismo todavía permanece asentado en muchas relaciones. En la novela aparece nítido y aceptado, como lo más razonable del mundo, y en la actualidad se procura disfrazar o justificar con otros argumentos, pero… ahí está.

Me ha llamado la atención que en el prólogo se diga que transcurre en una ciudad de provincias, no identificada. Ya lo creo que está identificada, aunque no se la nombre.

Imágenes de algunos de los lugares en los que se desarrolla la novela:

Tomadas de Juan Bosco Marcel en Panoramio

Un paseo por Salamanca con mucha Literatura

Gran Hotel, edificio derribado en 2007 con la oposición activa de muchos salmantinos.

Hace un par de días que terminé de leer Entre visillos, de Carmen Martín Gaite, que tengo intención de comentar aquí  porque me ha despertado muchos recuerdos y me ha invitado a comparar dos mundos no tan lejanos en el tiempo como distantes en la realidad. Y hoy lo encuentro citado en una de las páginas del suplemento de los sábados de El País, escrita por Jaime Heras. Supongo que como a cualquier salmantino que viva fuera de la ciudad me ha encantado encontrar una referencia tan literaria a tantos rincones conocidos, visitados y recordados. Por eso enlazo la página.

De tapeo con las musas