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Carpe diem

No hace tanto tiempo que lo peor que a una persona le podía suceder era descubrir que tenía un cáncer. Hoy conocemos a tantas personas que lo han superado y llevan una vida normalizada después de ello, e incluso pese a ello, que ya el cáncer, por fortuna, no es el tabú que fue ni atemoriza como lo hizo.

Lo que hoy asusta de verdad, hablando en términos de salud, es descubrir que estás perdiendo la memoria, temer que puedes estar tú, o alguien cercano a ti,  en los comienzos del Alzheimer, que en tu o su cerebro pueden estar formándose esos nudos de tejido nervioso que terminen incapacitándote o incapacitándole para la vida autónoma.

Sabemos que con la edad se pierden capacidades, especialmente las relacionadas con la potencia física y con la memoria. Yo descubrí lo normal que es cuando una amiga contó divertida la pregunta que le había hecho un compañero: ¿Te acuerdas cuando hablábamos seguido?

Hoy, que a otra amiga le están haciendo pruebas para saber la causa por la que su cerebro trabaja al ralentí, me vuelve la preocupación por el sufrimiento que acompaña al descubrimiento de la pérdida de los recuerdos, de la incapacidad insidiosa, del periodo en el que las enfermas de Alzheimer y similares, como mi madre, son conscientes de su situación.

2014-01-08 17.59.55Y pienso en las cosas que no recuerdo, en los despistes de todos los días, y me reafirmo en la decisión de vivir cada día, disfrutar de lo que la vida me ofrece, de compartir con familia y amigos, de ver  y hacer lo que me gusta, sin que ello suponga hacer daño a nadie, por supuesto, sin olvidar a los demás.

Recordando a Tagore: Si de noche lloras por el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas. 

 

Gratis total

Hace tiempo que vengo dándole vueltas a esta entrada. No porque no tenga claro lo que pienso y lo que quiero decir, sino porque puedo explicarme mal. Por eso aclaremos ideas desde el principio:

  • Que la ciudadanía, que somo todos, haya ido aumentando sus derechos es un avance social, positivo en sumo grado.
  • Que el estado, por sí o a través de sus distintos estamentos (comunidades, ayuntamientos, organismos varios) se haga cargo de la satisfacción de las necesidades del personal no tiene en principio nada de malo, sino todo lo contrario.
  • La educación obligatoria y gratuita hasta los 16 años es una de las mayores conquistas sociales del siglo XX.
  • Que cada cual pueda exigir sus derechos es garantía de que las cosas funcionan.

Dejado claro que estoy a favor del ejercicio de los derechos, especialmente de los derechos sociales: educación, salud, vivienda, empleo…, considero necesario poner en cuestión su uso y disfrute, cuando se entienden desligados de las obligaciones que deberían ser inherentes a ellos, que está siendo en demasiados casos. Parece que lo que nada cuesta nada vale, por eso nos podemos permitir el lujo de desaprovecharlo:

  • Empecemos con el desempleo. ¿No conocen a ningún parado que haya rechazado un trabajo porque entre el subsidio de paro y sus trabajillos en negro ganaba más que aceptando el empleo que le ofrecían? ¿Ni a nadie que haya dejado un trabajo para reorganizarse o tomarse unas vacaciones mientras cobraba el paro? Yo sí. Y más de uno. Claro que no ha sido en el último año, pero fue frecuente durante la época de vacas gordas en la que parecía que el erario público no tenía fondo.
  • Sigamos con la Seguridad Social, uno de nuestros mayores activos, demasiado poco valorado. ¿Saben que hay quienes, teniendo ofertas de trabajo en otros países, no se van porque su salud no es de hierro y los tratamientos que pueden necesitar quizá no estuvieran a su alcance, mientras la S.S. se los ofrece gratuitamente? Como contrapartida, pensemos en el uso que en muchos casos se hace de ella: almacenes de medicamentos en las casas, se piden (en ocasiones se exigen) pruebas innecesarias en base a lo que dice la wikipedia o lo que aconseja el amigo, se acude a las urgencias del hospital en vez de al centro de salud… He escuchado hablar de situación tercermundista (sic) porque no le daba (la S.S.) guantes para lavar a su padre en casa y una grúa para moverlo al día siguiente de volver a casa  tras haberle amputado una pierna.
  • El empleo, por la parte que toca a las empresas. Las hay que han formado personal para la apertura de una nueva sucursal, con fondos europeos, durante seis meses, y los han mantenido trabajando apenas uno; después, a la calle. Qué bien conocen algunos todos los recovecos legales para exprimir los fondos sociales sin ofrecer nada a cambio.
  • Educación. Mi favorito. Tenemos educación obligatoria y gratuita, en los centros publicos y en los concertados (bueno, en los últimos lo de gratuita es un decir, siempre encuentran la forma de haya que pagar, y de que se vayan los que molestan). Con ello parece que la educación se ha convertido en obligación propia del estado y se ha liberado de ella a los padres, que ya sólo tienen derechos: a que sus hijos tengan una plaza escolar, a que esté en el centro que elijan, al lado de su casa, a su entera satisfacción (sin educación para la ciudadanía si no la quieren, con religión a la carta…) Sin contrapartidas: con enviarlos al colegio, o al instituto, algunos ya creen que cumplen (en realidad hay quienes ni eso hacen, y es necesaria una comisión de seguimiento del absentismo). A los padres cuyos hijos (mayoritariamente chicos) no aprovechan en absoluto su estancia en el instituto, los que conocemos como objetores escolares, y que dicen no saber qué hacer con ellos, les he preguntado en ocasiones qué harían si tuvieran que devolver el coste de la plaza escolar de su hijo el curso que no rinden un mínimo. Me han reconocido que buscarían la manera de que cambiaran de actitud. Y yo les digo que la mayoría la encontrarían.

¿Por qué ha de ser gratis todo a cambio de nada? ¿Es que el dinero público (de todos) se puede gastar sin que importe en qué? (Por favor, en este momento no pensemos en los políticos y sus malversaciones, sólo en nuestra actitud como ciudadanos, de lo contrario no habrá forma de terminar el razonamiento). ¿Por qué consentimos con tanta faciliadad el mal uso de lo público, sin sentirnos afectados por ello?

Cuando decía que lo que nada cuesta, nada vale, debe entenderse que hablaba de que no le cuesta a la persona que lo utiliza, o esa impresión tiene porque no paga al utilizarlo. Si les digo en en el coqueto teatro de la pequeña localidad en la que vivo, desde que se cobra por los espectáculos (nada exagerado, 5 euros la entrada normal y 3 la de pensionistas y niños), hay más público adulto y se pueden ver las actuaciones sin que los niños sin padres las interrumpan, ¿pensarían como yo que no era buena la política del gratis total que se aplicaba antes?

Puede ser que tengamos que cambiar algunas cosas. Tratar igual a los que son diferentes no es justicia. ¿Todo el alumnado necesita los libros gratuitos? ¿Y el ordenador? Más de un padre, al firmar el compromiso que adquiere a recogerlo, ha preguntado si es obligatorio el uso de ese ordenador, porque su hijo tiene otro y…

Si los 2500 euros por nacimiento no hubieran sido repartidos sin tener en cuenta la renta familiar (¿de qué le sirven a quien tiene ingresos de cientos de miles de euros?) igual podían seguir recibiendolos las familias que los necesitan.

Y podríamos multiplicar los ejemplos.

Por otra parte recuerdo que uno de los ponentes del Evento Blog 2010, Marc Vidal, una de cuyas frases puede hacerse realidad para desgracia nuestra (No es que estemos en crisis. Esto se va a quedar así por mucho tiempo), se preguntaba si no estábamos confundiendo derechos fundamentales (vivienda, educación, salud…) con servicios del estado que dependen de su capacidad económica. Sería terrible que fuera verdad y estuviéramos asistiendo a la poda de ellos cuando apenas nos habíamos asomado al  estado de bienestar.

Las fotos de aquí, aquí, aquí y aquí