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Empresas y empresarios

electrician-1080554__340Luis lleva 9 años haciendo el mismo trabajo y trabajando para el mismo empresario, pero no en la misma empresa, porque tiene tres que se dedican a lo mismo: subcontratar servicios para las grandes del sector: Endesa, Telefónica, Gas Natural …

Cada cierto tiempo, Luis es despedido para unos días mas tarde ser contratado en otra de las empresas de su jefe para continuar su interrumpida labor donde la dejó.

Como el empresario conoce la ley, al despedirlo le hace firmar un finiquito que no le paga, porque lo va a contratar de nuevo. Claro que, como lo ha firmado, Luis tiene que declararlo a Hacienda, le recuerdan en el momento de la firma (porque en la empresa la misma cantidad va a figurar como pago en vez de como beneficio, aunque eso no se lo dicen). El año pasado Luis pagó por ello alrededor de seiscientos euros.

Y Luis está contento, porque tiene trabajo mientras otras personas con mayor preparación que él no lo tienen.

¿Que cómo sé estas cosas? Porque ayer Luis estuvo en mi casa para revisar una instalación y hablamos.

Ayer y hoy

Ayer se cumplieron diez años de la aprobación de la ley que legalizó el matrimonio igualitario, haciendo un poquito más real el artículo 14 de la Constitución: Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

Hoy entra en vigor la llamada Ley Mordaza que convierte en delito manifestarse en según qué sitios, hacer fotos o videos a la policía (impidiendo denunciar abusos), referirse a manifestaciones en redes sociales (pueden considerarte organizador y está prohibido organizarlas), que permitirá devoluciones de inmigrantes en caliente y hará innecesaria la intervención de un juez para multar con hasta 30.000 euros por las infracciones mencionadas y muchas otras. En resumen,  que  suprimen, so pretexto de regularlos, muchos de los derechos por los que tanto tuvimos que luchar. De un plumazo.

ley mordaza

Hace diez años se manifestaban la Iglesia, obispos a la cabeza, y el PP (el partido, algunos de sus miembros eran de otra opinión), considerando que la Ley que se iba a aprobar era un ataque frontal a la familia. Se equivocaron: ahora hay más tipos de familia reconocidos, pero la familia sigue tan viva como siempre. (O más: si no hubiera sido por el apoyo familiar, ¿qué habría sido de tantos parados como hay a consecuencia de una crisis que llegó para quedarse?) Y presentaron recurso de inconstitucionalidad, pero el Tribunal dijo que no, que no era inconstitucional.

Hace unos días (el 26 de junio) lo ha dicho también el Tribunal Supremo de Estados unidos: «Su esperanza es no ser condenados a vivir en soledad, excluidos de una de las instituciones más antiguas de la civilización. Exigen dignidad equitativa ante los ojos de la ley. La Constitución les concede ese derecho«. Eso dice la sentencia. No es un texto legal frío, sino una respuesta positiva a la encarnizada lucha sostenida por tantos activistas y negativa a los atacantes homófobos que tanto dolor les han causado.

Hace diez años construíamos un país más decente porque un país decente es el que no humilla a sus ciudadanos. Hoy no podemos decir lo mismo.

 

 

¿Se abusa de las abuelas?

Cuando mi madre (88 años,  diagnosticada de Alzheimer en fase 2, pero todavía lúcida la Patri-Iván - 23mayor parte del tiempo aunque sin memoria próxima) dice que ha tenido mucha suerte con sus hijos (para ella la palabra incluye a las hijas), que están pendientes de ella y la cuidan y la atienden en todo lo que necesita y más, que la llevan a la escuela (el centro de día) donde aprende lo que no pudo aprender en su infancia y se lo pasa bien, que juegan con ella al parchís y al rumikub, sus entretenimientos favoritos junto con la lectura, no puedo dejar de pensar en otros casos que conozco, de distinto tipo:

  • La abuela (más de 80 años, vive sola) que todos los domingos ha de esperar a que las persianas del piso de su hijo se levanten para llamar al timbre, haga frío o calor.  Es el único día de la semana que ve a sus nietos y quiere aprovechar el tiempo pero tiene prohibido llamar antes de la señal.
  • La que no vivió su vida porque tenía obligaciones familiares que podía haber resuelto de otra forma pero su moral machista, incrustada a fuego durante su infancia (la hija ha  de cuidar al padre, sin ayuda) se lo impidió. Falleció esperando su momento, antes que su padre. Ya hablé de ella antes aquí.
  • La señora de alrededor de los 65 que se ha matriculado en el aula universitaria de mayores para tener unas horas a la semana para ella y no siempre puede asistir. Sus dos hijas dejan a tres nietos a su cargo de forma sistemática, toda la semana: llevar y recoger del cole, comida, ropa, deberes… Y qué voy a hacer? Ellas trabajan fuera de casa y no pueden atenderlos.
  • La madre (70 años), que cuando sale de su clase de pilates se queda en casa de su hija para que cuando ésta regrese del trabajo se encuentre la casa recogida y la comida hecha. Luego vuelve a la suya para hacer lo mismo.
  • El abuelo que lleva diariamente a sus nietos al colegio, y ha aprendido a cuidar niños porque cuando sus hijos eran pequeños esas cosas las hacían las mujeres. Si no fuera porque ha de hacerlo cuando le apetece y cuando no, disfrutaría mucho de la situación.
  • El matrimonio que cuida de su nieta siempre que se lo piden a cambio de interferir en la relación de pareja de su hijo
  • La pareja que reunió a sus hijos cuando empezaron a tener bebés para decirles que estarían disponibles en caso de necesidad para situaciones puntuales, no para las ordinarias, aclarando que si vosotros queréis divertiros, nosotros  también.

Naturalmente, conozco a muchos mayores que disfrutan de su jubilación, de su tiempo y de su familia, tanto nuclear como extensa, que no dependen de nadie ni están sometidos a ningún tipo de tarea impuesta. Y a muchas otras que, como mi madre, son dependientes perfectamente cuidados y queridos. Pero a todas las situaciones descritas les puedo poner nombre y apellidos,  sólo una de ellas por persona interpuesta. Quiero decir que no son elucubraciones, las conozco de primera mano.

¿La más frecuente? La abuela que se hace cargo de sus nietos de forma habitual, la que ni siquiera tiene la opción de apuntarse a actividades que la satisfagan personalmente porque está demasiado ocupada y/o demasiado cansada. Si se mira con un poco de atención se las ve a la puerta de los colegios, en el autobús las he oído quejarse incluso delante de los nietos en más de una ocasión, en el parque,  en la cola de la frutaría o el hiper.

Respondiendo a la pregunta inicial, sí, en demasiadas ocasiones se está cargando de responsabilidades que no suyas a los abuelos, y especialmente a las abuelas. Posiblemente una gran parte de la culpa es suya, por haber hecho demasiado fácil la vida de sus hijos e hijas y por no haber aprendido a decir no. Pero eso no es óbice para que  quienes les traspasan la responsabilidad hagan gala de un egoísmo sin paliativos.

Jornada de lucha por la escuela pública

No es nuevo: estoy a favor de la escuela pública de calidad y en contra de la LOMCE, que favorece de forma manifiesta a la escuela privada.

Si perdemos el derecho al acceso a la educación en condiciones de igualdad estaremos condenando a gran parte de la población, y en consecuencia al país, a una vida menos satisfactoria, al privarles de la posibilidad de mejorar su situación de partida.

Entre los derechos que estamos perdiendo en esta crisis tomada como excusa para la reforma, a todas luces ideológica, de la sociedad del bienestar que creíamos conseguida, los relacionados con la educación están entre los más dolorosos porque afectan al futuro, a nuestros hijos y nietos.

La relación entre el nivel de estudios de padres y madres y los resultados en la pruebas PISA del alumnado actual, que pone de manifiesto José María Maraval en los últimos párrafos de este artículo, nos da la clave de lo que nos puede esperar en el futuro si no conseguimos que se corrija la derrota que marca la LOMCE.

Hay quienes se han tomado grandes molestias para poner en evidencia los errores que suponen los recortes y la ley. Aquí dejo dos ejemplos que circulan en la red y han sido creados para que se transmitan viralmente.

Éste utiliza un método que recuerda aquellos tiempos a los que parece que quieren devolvernos.

Como dice mi amiga Charo, a mí, mañana, no me cuentan porque no me descuentan. Pero estaré en la manifestación. Y dejo clara mi opinión: Porque creo en la Educación, defiendo la Pública:

Una mujer valiente

Ayer conocí a una mujer valiente. Nadie lo hubiera dicho viéndola charlar amigablemente con una chiquilla de 13 o 14 años que, como ella, había salido a pasear a su perro. Pero lo es, ¡ya lo creo que lo es!

Ha sido capaz de abandonar la comodidad de un matrimonio con un hombre de buena posición económica, que la llevaba donde ella quería, con el que compartía una casa estupenda en un pueblecito y dos hijos ya mayores, por un piso en un barrio obrero de Jerez en el que sigue educando a sus dos hijos, trabajando en el cuidado de personas dependientes (ese nicho de empleo que ha creado la Ley de dependencia) cuando la llaman, dispuesta a aceptar otro tipo de trabajo si surge, mientras disfruta de su recien estrenada libertad. Seis meses hace que  vive sin pareja.

Reconoce que su exmarido no es mala persona, pero no la dejaba respirar. Se hicieron novios cuando ella tenía 14 años, y desde entonces ha vivido por y para  él. Y para sus hijos, naturalmente.

– Yo sólo era la mujer de Fulanito.

Los problemas empezaron cuando quiso» sacarse el carnet»

– ¿Y tú para qué quieres conducir? Si yo te llevo donde quieres.

Reconoce que era verdad, pero… con eso no se sentia satisfecha. Pelearon, pero se sacó el carnet.

Luego, una cosa lleva a la otra,  quiso tener su propio coche y entonces sí que se armó la gorda. Los argumentos, los mismos:

– ¿Para qué necesitas un coche si yo te llevo donde quieres? No lo entiendo.

– Sí, pero yo a veces quiero hacer algunas cosas sin ti.  Salir con mis amigas, ir de compras… Tú las haces sin mí. Además, tú te has comprado dos cochazos desde que nos casamos y yo nada.

Aquello dolió, pero insistió tanto que terminaron comprando, a regañadientes, un coche pequeño para ella… con los papeles a nombre de él. El seguro también, con la disculpa de que era más barato. En resumen:

– Yo no tenía nada que pudiera decir que era mío. Es verdad que casados en régimen de ganaciales las propiedades son de los dos, pero yo no lo sentía así.

Desde que diponían de dos coches, él dejo de llevarse el grande al trabajo, porque el pequeño era más cómodo:

– Cuando lo necesites me llamas y te lo acerco, o pasas por el trabajo a recoger la llave.

Y cuando lo hacía, dónde vas, con quién, por qué, qué se te ha perdido, es que sólo quieres problemas…

Habló con su madre y, aunque todavía no lo entiende, se puso de parte de él, que la tenía como una reina aunque ella no supiera agradecérselo. Aunque la separación ha sido difícil, y lo ha pasado muy mal, su madre sigue pensando que debe agradecer al exmarido que cumpla con su obligación de pasarle la asignación a los hijos. Es decir, no ha encontrado el apoyo de la persona de la que más lo esperaba. Es  una de las cosas que más le duelen, porque una madre (ella lo es, y lo sabe) debe comprender a sus hijos y apoyarles en sus decisiones, aunque no esté de acuerdo con ellas, especialmente cuando son difíciles y dolorosas.

Ha tenido el valor de irse del entorno conocido a otro en el que no conocía a nadie, y no se arrepiente. Aunque sus posibilidades económicas estén muy limitadas, la sensación de ser libre, de sentirse persona independiente, de poder tomar decisiones sin que otra persona tenga que aprobarlas, es tan intensa que supera ampliamente los inconvenientes.

Cuenta que una tarde en que había ido a la playa sola, tendida al sol mirando al cielo, viendo volar las gaviotas,  se dio cuenta de que se podía quedar allí el tiempo que quisiera, sin tener que dar explicaciones de por qué llegaba tarde, o pronto. Fue consciente del cambio que había introducido en su vida. Y se sintió feliz. Todavía se emociona al recordarlo.

Puede parecer una historia menor pero yo, que también he pasado por una separación después de muchos años de convivencia, valoro su coraje y su valor. Y termino con una de sus frases, que resume su proceso de personalización:

– Lo mejor que he hecho en mi vida ha sido sacarme el carnet, porque fue el comienzo de mi nueva vida.

De eso hace seis años. Cinco tardó en tomar la decisión de separarse.

 

 

Obligaciones

Mientras pasaba mi compra por el escaner la cajera comentaba con la de al lado:

– ¿Tienes planes para el finde?

– Vamos a Chipiona. ¿Por qué no venís?

– ¿Cuándo os vais?

– Hoy, después de comer.

– Hoy no podemos, por los niños. Mañana se queda mi hermana con ellos, pero hasta las doce no, que dice que tiene que descansar. ¡Vamos, vamos! ¡Qué tiene que descansar! Y hasta las doce yo no puedo ir a ninguna parte.

E insistía dirigiéndose a mí:

– ¡Vamos! Ella tiene que descansar, ¿y yo?

De la conversación entre ellas, deduje:

  • Que la chica (unos 30 años), tiene pareja y dos hijos (hablaba de ellos en plural, pero me extrañaría que tuviera más de dos)
  • Ella trabaja, por lo que no se dedica a tiempo completo a los niños. (Pero está deseando librarse de ellos).
  • Considera que tiene derecho a pasar tiempo libre sin hijos, a costa de familiares, sin compensación económica. (Si pagara no soportaría el retraso).

Y yo, que desde que nació la primera de mis hijas organicé mi vida no laboral en función de ellas, y encantada de hacerlo, me pregunto:

  • Si hoy se tienen los hijos que una quiere, y cuando los quiere, ¿como es posible que después de haber decidido tenerlos no se les dedique la atención que requieren? ¡Cuántos padres, y especialmente madres, se quejan de las renuncias que momentáneamente han de hacer para cuidarlos! ¡Y cuántos no entienden que se es padre, o madre, veinticuatro horas al día, trescientos sesenta y cinco días al año!. A tiempo completo, porque no se educa en el momento en que uno, una, se pone a ello a propósito, sino siempre, incluso cuando se preferiría pedir tiempo muerto, como en el baloncesto.
  • ¿Por qué tantos padres dejan en manos de los abuelos una función que sólo a ellos corresponde?. Los abuelos tienen otra, mucho más gratificante por cierto, pero no obligatoria. ¡Cuantos abuelos, hombres, están haciendo con sus nietos lo que no habrían hecho con sus hijos ni atados! Lo malo es que muchos han de hacerlo les apetezca o no.
  • Si yo estaba deseando que llegara el sábado para tener tiempo de jugar y organizar actividades con mis hijos cuando eran pequeños, ¿por qué para tantas parejas jóvenes pasar tiempo libre con sus hijos parece una penosa obligación?

En fin,  en esta sociedad hedonista en la que todos buscamos el confort y la comodidad, vivir en pareja y tener hijos es cada vez más difícil, porque supone renunciar a los que entendemos como nuestros  derechos individuales en favor de otras personas.