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Ocho de marzo: un nuevo comienzo

Reconozco que lo del nuevo comienzo es un deseo, pero veo indicios de que pueda ser realidad:

    • Lo que todo el mundo sabía pero parecía no importar, de repente se ha hecho visible a nivel mundial: abusos sexuales que sufrían las mujeres en el ámbito laboral para conseguir o mantener un trabajo destapados por el caso Weinstein. El movimiento #MeToo es buena prueba de ello. Aunque muchos todavía defiendan lo indefendible.
    • Por todas partes aparecen datos que certifican la desigualdad:  tiempo dedicado a la familia, reducción de horario, cuidado de personas dependientes, salario, tasa de empleo … desacreditando el discurso de los que preguntan ¿qué quieren las mujeres, si nunca estuvieron como ahora? Y tienen razón, nunca estuvimos como ahora: conscientes de la injusticia que supone no ser tratadas de forma igual que los hombres, en razón de nuestro mérito y nuestras capacidades, no de nuestro sexo.
    • Cada día se evidencian más los micromachismos, esas manifestaciones masculinas de superioridad y paternalismo respecto de las mujeres que cada día más personas, mujeres y hombres, valoran como lo que son.

  • La convocatoria internacional de una huelga de mujeres demuestra que algo importante está cambiando. Nos convoca  a todas las mujeres, en todos los trabajos, reconocidos y no reconocidos. Muchas no pueden aceptar el reto porque no hay quien las sustituya en los cuidados imprescindibles a las personas dependientes a las que cuidan, de las que son responsables. Y nuevas reivindicaciones han entrado en el manifiesto. (No hace tanto tiempo el ocho de marzo era el Día de la mujer trabajadora, como si sólo el trabajo remunerado fuera trabajo).
  • Muchos hombres que no se consideraban machistas están reconociendo que lo eran, aunque no se daban cuenta, porque el machismo impregna toda la sociedad. Como muestra, este magnífico botón de Nacho Escolar.
  • Ya suceden cosas como ésta: Ayer, un amigo recibió una propuesta de ascenso profesional que implica mayor dedicación horaria. Tiene una hija pequeña y se está haciendo planteamientos que hasta no hace mucho sólo nos hacíamos las madres. (Escuché esta mañana en la radio que entre los ministros y ministras de nuestra democracia el 45% de ellos eran padres, pero madres solamente el 9% de ellas).

Así es que sí, puede que estemos empezando una nueva etapa.

No me resisto a colocar aquí un ejemplo de libro de machismo paternalista con apariencia de alabanza a las mujeres:

Y una pancarta de la manifestación en Jerez que me gustó:

 

Una mujer con mucho coraje

La palabra coraje que figura en el título de esta entrada tiene doble significado: 1) valor y  2) irritación, ira. Los dos son aplicables a la mujer de la que hablo.

Nos conocemos desde hace más cuarenta años. Esta mañana nos hemos encontrado en la peluquería, donde también estaban otras mujeres con las que ella había compartido experiencias y trabajos muy duros de los primeros años de su vida en un poblado de colonización, Guadalcacín, siendo ellas niñas de diez o doce años.

No le gusta, dice,  hablar de aquellos tiempos, que por fortuna ya se pasaron, porque cuando refiere cosas de entonces a quienes no las han vivido no la creen. ¿Cómo va a ser verdad que cocinaran con boñigas de vaca? ¿Que anduvieran diez o doce kilómetros para llegar al lugar de trabajo, echar la jornada y luego volver? ¿Que pasaran el día con un trozo de pan, unas papas y una sardina arenque que llevaban en una fiambrera de aluminio, que entonces no había tapes?  ¿Que teniendo una parcela para cultivar tuvieran que trabajar fuera para poder malcomer? ¿Que no pudieran sembrar lo que quisieran, que la mayor parte de lo que recogían se lo llevara el Instituto*? ¿Que muchas veces el mayoral o el perito habían aforado mal y no les quedaba apenas nada de lo obtenido con tantos sudores?

Pero algunas cosas que escucha a veces la encienden y no se puede callar. Por eso ya no suele asistir a reuniones o actos en los que se habla de aquellos tiempos y se edulcoran las muchas penalidades que se vieron obligados, y más aún obligadas, a pasar.

Una de las cosas que más la encorajina es que haya quien diga que Franco les dio una casa y una parcela, porque no es verdad: lo que les entregaron para el cultivo de la tierra al llegar lo pagaron con creces, y lo sufrieron:

  • Recibieron una vaca y entregaron la primera ternera que parió.
  • Tenían que sembrar lo que el Instituto decía, y controlaba a través de sus funcionarios. A veces se atrevían a sembrar algo distinto, en medio de lo ordenado de forma que no se viera, porque se jugaban el tipo.
  • Cuando el cultivo estaba en sazón, el mayoral o los peritos aforaban (sic) la cosecha (calculaban a ojo cuánto se iba a recoger), generalmente por alto, para quedar bien con el instituto, dice, y luego de cada tres partes de lo aforado, dos había que entregarlas quedándose el colono con una**. Si no se recolectaba tanto como habían aforado quien se quedaba con menos era el colono. Sin posibilidad de reclamar. No cuesta trabajo imaginarse, en aquel tiempo en el todo se movía por influencias y conocimientos personales, por caer en gracia o en desgracia a la persona influyente, los casos de corruptelas y pequeñas venganzas que podían sumir a las familias en la más absoluta miseria.
  • Y al final, para que la casa y la parcela fueran suyas legalmente, todavía tuvieron que pagar. Nadie les dio nada.
  • No fueron a la escuela, al principio no la había y después había demasiado trabajo para las niñas en casa y en el campo. Cuando personas bienpensantes y mal enteradas (o puede que interesadas) hablan de lo mucho que aportó el Instituto a las familias de los colonos, cómo mejoró su vida respecto a la que habrían tenido en sus pueblos de origen, ella les contesta muy enfadada que todas sus primas que se quedaron allí aprendieron a leer y escribir de niñas y ella no.
  • Llegó la Sección Femenina (ya no eran niñas) y en vez de enseñarles a leer les enseñó a hacer ropa para los niños: Claro, como que para eso nos querían a las mujeres para que pariéramos hijos que trabajaran para ellos. 
  • El Instituto, a través de sus funcionarios, lo controlaba todo, y no sólo en las parcelas. Costumbres y moral eran una obsesión del régimen: llevaban registro de todo lo que sucedía, desde las infidelidades matrimoniales o las intimidades de los noviazgos a las asistencias a misa o la forma de pensar y actuar de las maestras.
  • Cuando se abrió la clase de adultos  mi interlocutora fue la primera en apuntarse, aunque a sus cuarenta y cinco años tenía a su cargo a sus cinco hijos y el bar que llevaba su marido en el que cocina y limpieza eran su responsabilidad. Y aprendió a leer y a escribir, de lo que se siente muy orgullosa.

Sé que son muchas las mujeres nacidas entre los años veinte y cuarenta del pasado siglo cuyo coraje las hace merecedoras de la admiración y el respeto que no se les suele ofrecer. Pero destaco hoy a Ángeles porque además de afrontar la dureza de su vida y sacar adelante a su familia, mantuvo la capacidad crítica que su padre le inculcó y su deseo de mejora personal, de aprender más tarde lo que no pudo en su infancia.

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*Instituto Nacional de Colonización

** Realmente era el 60% para el INC y el 40% para el colono

Este video, al que llegué gracias a Sonia, de Vacas y Ratones, es una muestra de lo bien que funcionaba la propaganda en el régimen franquista. Cómo se vendía la colonización de los campos: todo eran ventajas. Que se lo cuenten a quienes la sufrieron.

 

Falsos positivos

luz-marina

Hasta no hace mucho, cuando escuchaba hablar de falsos positivos pensaba en esos deportistas que en los controles antidopaje daban positivo y luego podían demostrar que no habían consumido drogas.

Ahora sé que hay otros falsos positivos: se refieren a personas encontradas muertas de forma violenta a manos de militares por ser aparentemente guerrilleros y que luego se demuestra que no lo eran: todo había sido un montaje. En muchas ocasiones un montaje tan burdo como para que la ropa del supuesto guerrillero no estuviera agujereada por las balas que acabaron con su vida o el arma amenazante estuviera empuñada por una mano inútil. Tan seguros se encontraban de que no habría investigación, de que su palabra sería dada por buena y cobrarían las primas que la ley les ofrecía por eliminar revolucionarios,  mayores si éstos portaban armas o tenían galones. Terrorismo de estado.

Aunque luego algunas, o muchas, hayan abandonado la lucha, fueron las mujeres de Soacha, las madres de los desaparecidos, quienes consiguieron que se investigara, sacaron a la luz los falsos positivos, exigieron justicia y lograron incomodar a las fuerzas armadas del estado poniendo en riesgo sus vidas y las de sus familias. En las guerras de unos pueblos contra otros intervienen mayoritariamente los hombres, en la lucha por los derechos suelen ser las mujeres las mas implicadas.

De las muchas cosas que Luz Marina Bernal contó ayer en la biblioteca de Guadalcacín, me impresionó especialmente que dijera que vivió cuarenta y ocho años sin darse cuenta del país en el que vivía y lo descubrió de golpe el día que su hijo Leonardo desapareció. Para ser víctimas de la violencia no es preciso pertenecer a un grupo implicado en política, ni siquiera vivir en zona de conflicto. En su caso en concreto sus probabilidades de sufrirla aumentaban por ser pobre, como pasa en tantos otros conflictos.

Al Nobel de la Paz estaban propuestas personas representantes de las tres partes del conflicto que pareció a punto de resolverse: el estado, la guerrilla y las víctimas. Si una de ellas era más merecedora que las demás indudablemente era la que encarna la lucha por la justicia y la verdad, la que representa a esas víctimas que están dispuestas a poner su firma en un acuerdo de paz, aunque sea con la nariz tapada, para conseguir que no haya que lamentar nuevos sufrimientos. Si se trataba de comprometer al presidente, como dice Luz Marina, para que no renuncie a negociar hasta que el acuerdo se firme, bien podían haberlo concedido ex aequo a los tres. En otras ocasiones ha sido compartido. Pero se impuso la política.

Que una ONG como Intermón Oxfam se haya posicionado tan claramente a favor de los derechos humanos como para dar ocasión a que las víctimas de un conflicto expliquen lo que pasa en su país, y apoyarlas expresamente en su lucha contra el orden establecido porque es de justicia, me parece una buena noticia.

Normalidad

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Comentábamos hace unos días, al hilo de la modificación de la ley del aborto (aunque la llamen con larguísimos eufemismos), como ha ido cambiando la situación de las mujeres al respecto, y la mentalidad de la sociedad al mismo tiempo.

Las cuatro mujeres participantes en la conversación ejemplificábamos el cambio. Tres habían abortado siendo solteras al no querer hipotecar su vida con un bebé no deseado, pero las condiciones fueron  muy diferentes:

  • Una fue a Londres, sin publicidad. En aquel momento sólo quien dispusiera de medios económicos para desplazarse y pagar la intervención podía abortar con garantía. Y había que hacerlo en secreto, porque era delito. La opción de ponerse en manos de cualquier carnicero, hombre o mujer, era jugarse la vida y muchas mujeres la perdieron así.
  • La segunda intentó hacerlo en la Seguridad Social nada más aprobada la ley de plazos. Le pusieron tantas trabas y trataron de tantas formas de hacerle cambiar de idea, pretendiendo que iba a cometer un crimen, que terminó haciéndolo en la sanidad privada, allí sin problemas. La doble moral en escena.
  • La tercera no había encontrado dificultades para hacerlo en la Seguridad Social , después de manifestar la firmeza de su decisión, sin ser acusada de nada.
  • En el caso de la cuarta, que en orden cronológico debiera ser la primera, si hubiera querido abortar no hubiera tenido ocasión por falta de medios para ir a Londres, y de información. Se hubiera visto obligada a ser madre sin apoyo familiar. Las familias católicas de entonces eran así de estrictas. Habría tenido una vida bien diferente.

Por más que la jerarquía católica pretenda que todo siga como hace cuarenta años, cuando la legislación estaba hecha a su medida hasta el punto de considerar delito lo que para la ella era pecado, los anticonceptivos no estaban disponibles, el aborto más que prohibido (aunque las hijas de los ricos y poderosos no tenían hijos no deseados) y los disconformes no podían ni reunirse para hablar so pena de ser considerados subversivos, la sociedad ha cambiado tanto que Gallardón no ha sido capaz de conseguir que se apruebe una ley que pretendía devolvernos a las mujeres a la situación de hace treinta años. Y eso disponiendo de una mayoría absoluta que les ha permitido eliminar de un plumazo derechos que habíamos creído conseguidos para siempre. En este tema no se han atrevido a tanto, aunque hayan modificado algunos aspectos para dar cancha a sus afiliados más extremistas.

Hoy ya no hay que esconderse para hablar de abortar, aunque para ninguna mujer sea un plato de gusto, ni se tome a la ligera. Se puede hacer con normalidad porque tener hijos es una elección, no una obligación. Como siempre debió ser.

La imagen, tomada de internet.

 

 

 

 

Marcha atrás, no; hay alternativas

1. Hoy se hace público un interesante estudio, elaborado a partir de una encuesta solicitada en 2010 por la presidencia española del Consejo Europeo, que pone de manifiesto la violencia soportada por las mujeres europeas, que no somos precisamente las que estamos en peores condiciones.

Los datos son abrumadores:

  • El 30% (62 millones) han sufrido violencia física o sexual.
  • El 55 % (102 millones) han sido acosadas sexualmente.
  • El 43% (80 millones) han sufrido violencia psicológica.
  • El 5% (10 millones) han sido violadas y otras tantas han sido privadas de libertad, incluso dentro de sus propias casas.
  • Sólo el 34%  denuncia la agresión.

2. Ayer se presentó en Jerez un libro, Desiguales por ley, sobre el mismo tema pero contextualizado a la situación de las mujeres en España, con especial incidencia en los aspectos legales y su influencia en la vida diaria de mujeres y hombres. Lo escribe María Pazos, una de las mujeres que desde su ámbito profesional  (estudios fiscales, economía y estadística) promueve iniciativas de cambio dirigidas a avanzar hacia una igualdad real en la sociedad actual.

desiguales

En él la autora  pone al descubierto las vergüenzas de nuestras políticas públicas, sosteniendo que la legislación (incluyendo la Ley de Igualdad) incentiva el reparto del trabajo ligado al sexo (la familia tradicional), impide el reparto igualitario de las tareas de cuidado de las personas dependientes, y la permanencia de muchas mujeres en el trabajo a lo largo de su vida, con nefastas consecuencias para su vida actual y futura. Y presenta una alternativa derivada de su conocimiento de las realidades de otros países y del convencimiento de que no hay justicia social sin igualdad.

3. En un momento en el que nuestra sociedad da pasos agigantados en la pérdida de derechos que creíamos adquiridos para siempre, en los que hemos pasado de solicitar la encuesta con la que iniciaba esta entrada a retroceder tres décadas en los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, que alguien defienda con argumentos que hay caminos para conseguir la igualdad efectiva y que su logro será beneficioso para la sociedad en su conjunto, incluso en términos económicos, me parece una buena noticia.

 

 

La vida de las abuelas

Un grupo de abuelas del alumnado del centro vinieron al instituto para contarnos cómo había sido su vida. Pretendíamos que nuestros jóvenes se hicieran conscientes, en el Día de la Mujer, de lo mucho que la sociedad debe a las generaciones 2013-03-08 11.14.55precedentes, especialmente a las mujeres que soportaron la carga más dura; también de cómo ha cambiado la situación de la mujer al ver el contraste entre el ayer y el hoy.

Fue emocionante escuchar a las mayores (algunas son muy jóvenes) contar las penalidades que pasaron para sacar sus familias adelante, el doble trabajo en casa y fuera, la falta de aprecio por su labor, la falta de colaboración de los hombres de la familia, su imposibilidad de acceso a la educación en la infancia… y ver como los chicos y chicas escuchaban, preguntaban, querían saber.

Y descubrimos que algunas de ellas son más modernas en relación con la igualdad de género que sus hijas. Tienen lucidez y perspectiva para ver la realidad y no entienden que haya mujeres que sigan dominadas por los hombres. Y vaya si las hay. En su generación, en la de sus hijos, y en la de sus nietos.

Decía una de ellas, para explicarlo, que cuando en la escuela de adultos (a la que muchas han asistido y algunas siguen asistiendo) se proyectó una visita a Córdoba, la mayoría de las mujeres dijeron que tenían que consultar a sus maridos, y al oírlas a ella se la llevaban los demonios (sic):

– ¿Por qué le voy a preguntar si quiere que vaya? ¿Acaso él me pregunta si me parece bien cuando se va de cacería?

Se puede entender, aunque no se justifique, la situación que ellas vivieron en el contexto de entonces. Es menos comprensible que sigan existiendo situaciones de dominación  entre las madres del alumnado y sus parejas, y puedo asegurar que existen, y no son pocas. Y es totalmente inadmisible que se establezca ese tipo de relación enfermiza entre jóvenes adolescentes.

Que los chicos intenten que ellas no vean a sus amigos, que no hablen con sus exnovios, que no usen ropa ajustada, no es raro.  Y que ellas pasen por el aro tampoco, aún siendo conscientes de sus renuncias.

Quizá no sea tan raro si tenemos en cuenta los ejemplos de las personas públicas:

Nuestra vicepresidenta dice que la conciliación nos toca a las mujeres

Un dirigente del PSOE envía a una ministra a hacer punto de cruz

Consiguen la alcaldía de Ponferrada con el voto de un condenado por acoso sexual, aunque luego se arrepientan.

Y podríamos seguir. Si quieres datos, aquí hay cinco gráficos que hablan de lo que nos falta en igualdad