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¿Se abusa de las abuelas?

Cuando mi madre (88 años,  diagnosticada de Alzheimer en fase 2, pero todavía lúcida la Patri-Iván - 23mayor parte del tiempo aunque sin memoria próxima) dice que ha tenido mucha suerte con sus hijos (para ella la palabra incluye a las hijas), que están pendientes de ella y la cuidan y la atienden en todo lo que necesita y más, que la llevan a la escuela (el centro de día) donde aprende lo que no pudo aprender en su infancia y se lo pasa bien, que juegan con ella al parchís y al rumikub, sus entretenimientos favoritos junto con la lectura, no puedo dejar de pensar en otros casos que conozco, de distinto tipo:

  • La abuela (más de 80 años, vive sola) que todos los domingos ha de esperar a que las persianas del piso de su hijo se levanten para llamar al timbre, haga frío o calor.  Es el único día de la semana que ve a sus nietos y quiere aprovechar el tiempo pero tiene prohibido llamar antes de la señal.
  • La que no vivió su vida porque tenía obligaciones familiares que podía haber resuelto de otra forma pero su moral machista, incrustada a fuego durante su infancia (la hija ha  de cuidar al padre, sin ayuda) se lo impidió. Falleció esperando su momento, antes que su padre. Ya hablé de ella antes aquí.
  • La señora de alrededor de los 65 que se ha matriculado en el aula universitaria de mayores para tener unas horas a la semana para ella y no siempre puede asistir. Sus dos hijas dejan a tres nietos a su cargo de forma sistemática, toda la semana: llevar y recoger del cole, comida, ropa, deberes… Y qué voy a hacer? Ellas trabajan fuera de casa y no pueden atenderlos.
  • La madre (70 años), que cuando sale de su clase de pilates se queda en casa de su hija para que cuando ésta regrese del trabajo se encuentre la casa recogida y la comida hecha. Luego vuelve a la suya para hacer lo mismo.
  • El abuelo que lleva diariamente a sus nietos al colegio, y ha aprendido a cuidar niños porque cuando sus hijos eran pequeños esas cosas las hacían las mujeres. Si no fuera porque ha de hacerlo cuando le apetece y cuando no, disfrutaría mucho de la situación.
  • El matrimonio que cuida de su nieta siempre que se lo piden a cambio de interferir en la relación de pareja de su hijo
  • La pareja que reunió a sus hijos cuando empezaron a tener bebés para decirles que estarían disponibles en caso de necesidad para situaciones puntuales, no para las ordinarias, aclarando que si vosotros queréis divertiros, nosotros  también.

Naturalmente, conozco a muchos mayores que disfrutan de su jubilación, de su tiempo y de su familia, tanto nuclear como extensa, que no dependen de nadie ni están sometidos a ningún tipo de tarea impuesta. Y a muchas otras que, como mi madre, son dependientes perfectamente cuidados y queridos. Pero a todas las situaciones descritas les puedo poner nombre y apellidos,  sólo una de ellas por persona interpuesta. Quiero decir que no son elucubraciones, las conozco de primera mano.

¿La más frecuente? La abuela que se hace cargo de sus nietos de forma habitual, la que ni siquiera tiene la opción de apuntarse a actividades que la satisfagan personalmente porque está demasiado ocupada y/o demasiado cansada. Si se mira con un poco de atención se las ve a la puerta de los colegios, en el autobús las he oído quejarse incluso delante de los nietos en más de una ocasión, en el parque,  en la cola de la frutaría o el hiper.

Respondiendo a la pregunta inicial, sí, en demasiadas ocasiones se está cargando de responsabilidades que no suyas a los abuelos, y especialmente a las abuelas. Posiblemente una gran parte de la culpa es suya, por haber hecho demasiado fácil la vida de sus hijos e hijas y por no haber aprendido a decir no. Pero eso no es óbice para que  quienes les traspasan la responsabilidad hagan gala de un egoísmo sin paliativos.

La vida de las abuelas

Un grupo de abuelas del alumnado del centro vinieron al instituto para contarnos cómo había sido su vida. Pretendíamos que nuestros jóvenes se hicieran conscientes, en el Día de la Mujer, de lo mucho que la sociedad debe a las generaciones 2013-03-08 11.14.55precedentes, especialmente a las mujeres que soportaron la carga más dura; también de cómo ha cambiado la situación de la mujer al ver el contraste entre el ayer y el hoy.

Fue emocionante escuchar a las mayores (algunas son muy jóvenes) contar las penalidades que pasaron para sacar sus familias adelante, el doble trabajo en casa y fuera, la falta de aprecio por su labor, la falta de colaboración de los hombres de la familia, su imposibilidad de acceso a la educación en la infancia… y ver como los chicos y chicas escuchaban, preguntaban, querían saber.

Y descubrimos que algunas de ellas son más modernas en relación con la igualdad de género que sus hijas. Tienen lucidez y perspectiva para ver la realidad y no entienden que haya mujeres que sigan dominadas por los hombres. Y vaya si las hay. En su generación, en la de sus hijos, y en la de sus nietos.

Decía una de ellas, para explicarlo, que cuando en la escuela de adultos (a la que muchas han asistido y algunas siguen asistiendo) se proyectó una visita a Córdoba, la mayoría de las mujeres dijeron que tenían que consultar a sus maridos, y al oírlas a ella se la llevaban los demonios (sic):

– ¿Por qué le voy a preguntar si quiere que vaya? ¿Acaso él me pregunta si me parece bien cuando se va de cacería?

Se puede entender, aunque no se justifique, la situación que ellas vivieron en el contexto de entonces. Es menos comprensible que sigan existiendo situaciones de dominación  entre las madres del alumnado y sus parejas, y puedo asegurar que existen, y no son pocas. Y es totalmente inadmisible que se establezca ese tipo de relación enfermiza entre jóvenes adolescentes.

Que los chicos intenten que ellas no vean a sus amigos, que no hablen con sus exnovios, que no usen ropa ajustada, no es raro.  Y que ellas pasen por el aro tampoco, aún siendo conscientes de sus renuncias.

Quizá no sea tan raro si tenemos en cuenta los ejemplos de las personas públicas:

Nuestra vicepresidenta dice que la conciliación nos toca a las mujeres

Un dirigente del PSOE envía a una ministra a hacer punto de cruz

Consiguen la alcaldía de Ponferrada con el voto de un condenado por acoso sexual, aunque luego se arrepientan.

Y podríamos seguir. Si quieres datos, aquí hay cinco gráficos que hablan de lo que nos falta en igualdad