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¡Qué noche la de aquel día!

Hay personas con distintas capacidades y con distintos niveles de desarrollo de las mismas. Pero encontrar una persona que tenga tantas, tan variadas, y en tan altísimo nivel como mi amigo Agustín es realmente difícil.

Hay personas que consiguen establecer muy buenas relaciones humanas con mucha gente. Pero encontrar una que concite la unanimidad de tantas y tan diferentes mujeres y hombres, de  jóvenes y mayores, de alumnado y profesorado, de cualquier estatus social como mi amigo Agustín, es realmente difícil.

La mayoría de las personas tienen una profesión, o un oficio, y alguna afición. Pero encontrar a alguien con tantas y tan variadas dedicaciones y que destaque tanto en todas ellas, es poco menos que imposible.

Algunas personas saben mucho de algo y presumen de ello. Pero encontrar a alguien que sepa tanto de tantas y tan diferentes facetas del conocimiento, que lo ponga al servicio de quien lo necesite o lo requiera y no alardee ni de su saber ni de su servicio, puedo aseguraros que es complicado.

De la mayoría de nosotras y nosotros mucha gente tiene buena opinión pero puedo asegurar que de mi amigo Agustín siempre (y van cuarenta años), siempre he escuchado alabanzas de quienes que le han conocido en cualquiera de sus facetas. ¡Y vaya si es difícil tal unanimidad!

Algunas personas mejoran, con su sola presencia, el ambiente de trabajo y las relaciones humanas de los espacios en los que se mueven. Mi amigo Agustín es una de ellas, sin lugar a dudas.

El pasado miércoles fue el último día oficial de trabajo en su último centro docente para mi amigo Agustín. Y la pasada noche celebramos su jubilación, que no su abandono de la docencia, ni de ninguna otra de sus actividades. ¡Qué noche!

Las fotos son una pequeña muestra, para que he contado con la colaboración de otro amigo, José Antonio, sólo para poner de relieve el entorno, el patio de los Claustros de Santo Domingo, y la estupenda organización del acto por parte del Instituto.

Una buena maestra

Hoy que celebramos la jubilación de mi amiga Antonia quiero dejar constancia de lo que han supuesto sus muchos años de trabajo en Guadalcacín,  de los que coincidimos en el mismo centro los primeros dieciocho.

Antonia llego al Colegio Público Guadalcacín  (curso 79/80) cuando éste estaba en pleno crecimiento: cada año más alumnado y más docentes. Criterios dispares, encontrados a veces, para encontrar solución a los muchos problemas existentes, tanto dentro del grupo como con la Administración. Fueron momentos duros, difíciles, de crisis de crecimiento del centro, de división, que nos dieron muchos quebraderos de cabeza, pero también nos aportaron una experiencia de valor incalculable, porque si las crisis se superan se madura como personas y como grupo. Y la superamos, y la actitud conciliadora de Antonia con su serenidad, su razonamiento ecuánime y tranquilo, su discreción, fue una de las claves para lograrlo.

Después de pasar por aulas provisionales en cuadras, habitaciones de casas vacías, salón del ayuntamiento… el centro terminó teniendo edificios en dos zonas del pueblo y la administración lo divide en dos. Esa separación facilitó la agrupación del  profesorado por afinidades, quedando en el C.P. Guadalcacín un grupo de maestros y maestras, jóvenes en su mayoría, que formamos un claustro unido ante las dificultades pasadas y presentes y  convencido de que nuestro trabajo podía contribuir al cambio social que ya en aquellos años se asumía como imprescindible y que como docentes considerábamos que dependía en gran medida de la educación (no sólo enseñanza) que fuéramos capaces de aportar a nuestro alumnado.

En aquel grupo de excelentes profesionales las propuestas de actividades partían de cualquiera y eran asumidas por el resto si se consideraban beneficiosas para el alumnado. Se llevaron adelante, con esfuerzo colectivo, proyectos que respondían a convocatorias de la administración educativa (Educación Compensatoria, Proyecto Alhambra, Formación en el centro…) y otros que respondían a las inquietudes del grupo por influir en la comunidad: Maratón, Carnaval, Historia de Guadalcacín, Semana Cultural, Día del juego, Cruz de Mayo, homenaje a Dª Tomasa Pinilla… Quienes la vivimos recordamos aquella época como dorada profesionalmente pese a todo lo que supuso de trabajo fuera de horas, de dificultades. Termina con una nueva remodelación de los centros al implantarse la ESO.

Antonia es la última de aquel grupo que aún permanecía en el CEIP Tomasa Pinilla, antes C.P. Guadalcacín. Era quizá la más joven, entró en el magisterio por acceso directo, y no ha sentido la necesidad de buscar un centro más grande o más cercano a su casa como la mayoría.

Tras esta pequeña disgresión cuya finalidad no es otra que poner en contexto su trabajo, quiero dar unas pinceladas de la semblanza de Antonia, la MAESTRA con la que tuve el honor de compartir centro, experiencias, trabajo, ilusiones, esfuerzos, dificultades, alegrías y penas.

Su primera fortaleza es su gran profesionalidad. Esa cualidad que no está reñida con la vocación, pero la complementa y  la supera con creces. Me explico: quien tiene vocación tiene una suerte increíble, porque en muchas ocasiones disfruta trabajando y eso es genial: que te paguen por hacer algo que te gusta es fantástico. Pero nadie disfruta todo el tiempo. Muchas de las cosas que hay que hacer son pesadas, duras, incómodas, requieren una formación que no siempre se tiene o un esfuerzo que no todo el mundo está dispuesto a hacer, aunque debiera. Muchos de los acuerdos que se toman en los órganos colegiados no nos satisfacen o requieren salir de la zona de confort en la que como docentes nos movemos. Y eso es lo que hace un/a buen/a profesional: no sólo hacer todo su trabajo lo mejor que sabe, sino formarse para hacerlo lo mejor posible. Se puede ser buena maestra sin vocación, pero no sin profesionalidad: ella tienes ambas cosas. 

Y lo ha demostrado tanto dentro como fuera del aula. Dentro, nunca la he visto escurrir el bulto y dejar a un alumno/a difícil en la cuneta. Siempre la he encontrado buscado soluciones, hallando nuevos caminos, probando nuevos métodos para que cada niña, cada niño diera lo mejor de sí mismo, para llevar a su alumnado a su mayor y mejor desarrollo personal, buscando que alcanzara seguridad en sí mismo, autonomía y capacidad crítica, por pequeño que fuera.

Y fuera del aula su profesionalidad la ha llevado a hacer lo que fuera necesario para que los acuerdos tomados, fueran o no de su agrado, se realizaran: ¿que se acuerda celebrar el carnaval? La primera en disfrazarse. ¿Que vamos a organizar, un sábado, un maratón? Pues a primera hora para repartir dorsales y organizar grupos. ¿Qué hacemos un periódico? ¿Que vamos a recopilar y contar la historia del pueblo? ¿Que el último proyecto requiere formarse? ¿Que…? 

Otra de sus cualidades profesionales es la  generosidad. Siempre ha sido una suerte tenerla de compañera de ciclo, y no digamos de nivel. Es una trabajadora incansable que pone el fruto de su trabajo a disposición del grupo, que aporta ideas y soluciones, que elabora y comparte materiales, habilidades, respuestas, observaciones, capaz de ver y analizar los fallos para evitarlos (eso que dicen evaluación de la práctica docente, que tan necesario es y tanto nos cuesta) y todo ello sin pretender destacar, sin buscar reconocimiento: genuína generosidad.

Destaca por su carácter conciliador del que hablé al principio, muy relacionado con su empatía, su capacidad no sólo de ponerse en el lugar de la otra persona, sino hacer que otras lo hagan, que nos pusiéramos en los zapatos de quien tiene problemas y así suavizar el juicio y facilitar la solución de las crisis.

No puedo olvidar su resiliencia y su capacidad de superación manifestadas en tantas y tan difíciles situaciones personales, familiares y profesionales. A todos nos tocan, más pronto o más tarde, pero no todos las afrontamos de la misma forma.

Y termino con su valor como escritora que ha mostrado generosamente, además de en su trabajo con el alumnado, en los preciosos cuentos que nos ha ido dedicando, con motivo de nuestra jubilación, a algunas de las personas que por aquí andamos, en los que nos hemos ido viendo reflejados como en un favorecedor espejo y que como es natural conservamos como oro en paño. Sinceramente, espero que tenga tiempo para cultivar esta capacidad.

Una vez me dijeron que no debería ser maestra o maestro quien no tuviera la experiencia de haber amado a alguien. Estoy de acuerdo. He visto cambiar la actitud de más de una o uno hacia el alumnado después del primer hijo, especialmente cuando éste llega al cole. Antonia no ha tenido hijos, ni pareja, pero sí que ha querido y quiere a muchas personas, entre ellas sus alumnas y sus alumnos. Es la maestra que todos querríamos para nuestra hija o nuestro hijo.

Yo creo que digo lo mismo con otras palabras: No puede ser buena maestra quien no es buena persona: Indudablemente, Antonia es muy buena persona.

Siempre he agradecido poder contar con ella en  mi círculo de amigas y amigos, aunque no nos veamos con demasiada frecuencia.

Recordando

La Delegación de Educación de la Junta de Andalucía (disculpen que no use la 1401182831271denominación actual completa, es demasiado larga) invitó el pasado martes a todas y todos los docentes jubilados el año anterior a un acto de homenaje colectivo, con entrega de un diploma de reconocimiento y la insignia de plata de la Junta. Por lo visto se viene realizando desde hace quince años, supongo que en el resto de las provincias también.

Las dos personas que intervinieron en representación del profesorado recordaron, al hilo de su trayectoria profesional, la evolución y las vicisitudes de la educación en los últimos sesenta años. Desde aquellas pizarras con marco de madera en las que aprendimos a escribir, (antecesoras de las actuales tablets, decía el compañero) hasta los recortes actuales que agobian a los centros.

Y, abierto el baúl de los recuerdos, seguimos después evocando otras realidades:lo que no se estudiaba (la historia del siglo XX), lo que se estudiaba en demasía (la religión), lo que no existía (coeducación), los libros de lectura, tan edificantes, y el texto de los problemas de matemáticas.

De éstos últimos, en muchas ocasiones tan absurdos como los que aparecen en El elfloridopensilFlorido Pensil, algunos eran representativos de la realidad social y económica. Así, los problemas de mezclas que aparecían en nuestros manuales, se referían sobre todo a mezclas de agua y vino o leche y agua, que, aunque hoy pueda parecer increíble era algo que sucedía con frecuencia entonces.

No se les olvidó, y yo tampoco quiero olvidarlo, reclamar recursos y personal, y especialmente una ley consensuada que no cambie cada vez que lo haga el color del gobierno.

No estaría mal que nos hicieran caso.

El florido pensil

¡Enhorabuena, compañera!

Hoy, 18 noviembre, cumple 65 años y se jubila una compañera. Digo bien: compañera, porque en compañía, una junto a otra, hemos trabajado por la educación de muchos grupos de niños y niñas, antes, de chicas y chicos, después. Diferencio compañera, con la que se trabaja en compañía, de colega: persona de la misma profesión, nada más.

IMG-20131105-WA0007Hemos compartido inquietudes, intereses, experiencias y, sobre todo, el trabajo diario para conseguir que nuestro alumnado alcanzara las mayores cotas de formación y madurez personal, no sólo académica.

Tutora excelente, siempre ha conocido la situación familiar y personal de cada uno y cada una de sus tutorizados y actuado en consecuencia con ellos, con su familia y con el equipo educativo, que no siempre quiere tener en cuenta otros aspectos que no sean aprendizaje y comportamiento en clase.

Comprometida, implicada, buena profesional, cristiana convencida, de las que dan testimonio con su ejemplo más que con sus palabras, pero sin rehuir dar su opinión desde su opción religiosa. Siempre desde el respeto a las opiniones y criterios que pudiéramos tener los demás.

Cuando ha pasado épocas difíciles, que las ha tenido, como casi todos, ha sabido estar a la altura de la situación y dejar el trabajo, que le podía resultar terapéutico al sacarla de su ensimismamiento (quien no ama su trabajo no podrá entender esto), por temor a perjudicar a su alumnado al no poder rendir al cien por cien.

Muchos días ha llegado al centro comentando con alegría que había encontrado a Fulanito o Menganita, que fueron alumnos hace diez, quince años, trabajando en tal o cual sitio y le habían contado cómo les iba en la vida, lo que da muestra de las buenas relaciones establecidas. Seguirá encontrándoles, porque el mundo es pequeño, y seguirá interesándose por su vida y alegrándose de sus éxitos y sintiendo pena por sus fracasos.

Lo expresa perfectamente Gabriel Celaya en el poema que publiqué en una entrada anterior y que le dedico.

Estoy segura de que en medio de sus actividades familiares con hijos y nietos encontrará tiempo para alguna labor social.

Seguiremos compartiendo intereses, experiencias, inquietudes, que no serán las derivadas del trabajo diario, pero serán.

Y doy gracias a la vida, que me ha dado tanto. Entre otras muchas cosas, la posibilidad de trabajar con Mame

 

Gracias

El pasado viernes un grupo de amigas y amigos organizaron una reunión  muy especial. Maestros y maestras que pasamos por el colegio Guadalcacín, hoy Tomasa Pinilla, desde 1974 en que yo llegué hasta el día de hoy, y algunas otras personas relacionadas.

En este claustro de recuerdos salieron a la luz hechos, anecdotas, metáforas, personas, emociones mil. Regalos y más regalos para celebrar, por sorpresa, mi reciente jubilación.

Gracias, amigos y amigas. El regalo sois vosotros. Los que estuvisteis y los y las que no pudieron asistir.

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Despedida

Llegué a Guadalcacín en septiembre de 1974 con una hija pequeña y otra en camino, para incorporarme a la tarea docente de una localidad pequeñita, de menos de cinco pict0229mil habitantes, con el compromiso de permanencer durante seis cursos, después de haber pasado dos años en una escuela unitaria de difícil desempeño, uno anterior en la zona sur de Jerez del que guardo muy buenos recuerdos, y el primero en la enseñanza privada, mientras estudiaba oposiciones.

Traía mi mochila cargada de ilusiones, de entusiasmo por un trabajo elegido a conciencia, por gusto, que ha sido siempre más que un trabajo y ha contribuido a hacer de la educación el leitmotif  de mi vida: ser madre y ser maestra se complementan.

Escuché una vez, hace mucho tiempo, que no debería ser maestro o maestra quien no tuviera la experiencia de haber amado. No puedo estar más de acuerdo: sin empatía, sin afecto, sin emoción, sin respeto por el alumnado, es imposible educar. Lo decía hace unos días el exministro de educación Angel Gabilondo: «El mejor método educativo es querer a los alumnos, hablar bien de ellos, esperar algo de ellos».Tener hijos ayuda a ponerse en el lugar de padres y madres y obliga a preguntarse: ¿y si fuera mi hija, mi hijo?

Seis cursos parecía mucho tiempo pero se han convertido en 39, y aquí sigo. Y mi mochila no se ha vaciado.

Aquí me he adaptado a las nuevas leyes (seis, si no recuerdo mal las que contó Manuel Santander en su lección magistral), a los nuevos materiales (de la multicopista manual que compartíamos con la parroquia y el corresponsal de la Seguridad Social, a las fotocopiadoras actuales que hasta grapan las hojas; de hacer clichés con un punzón, a los ordenadores actuales, con pizarra digital incluida; de aquellos periódicos escolares elaboradísimos, maquetados a mano, a los actuales blogs de clase), a los cambios en las familias que repercuten en la escuela (aquellas familias de 10, 12, 14 hijos, se han transformado en las de hijo único, como mucho dos, actuales), al nuevo alumnado, ni mejor ni peor que el de décadas anteriores: diferente, porque diferente es la sociedad en la que vive.

Pero no he perdido la creencia de que la educación puede cambiar la sociedad, ni  el entusiasmo por aportar mi granito de arena, o el placer de ver crecer, madurar y formarse al alumnado que pasa cada curso. Y sigo sufriendo el desencanto de no ser capaz de conseguir que algunos alumnos y alumnas aprendan lo necesario y se integren en las tareas docentes, pese a haber puesto todo el empeño en ello.

Termino mi vida laboral porque se ha cumplido el tiempo, no porque haya agotado el bagaje con el que llegué o no me queden fuerzas. Las dedicaré a otros menesteres, alguno de ellos seguramente relacionado con la educación.

Ha llegado el momento de despedirme:

De agradecer a tantos compañeros y compañeras haber compartido alegrías y

Nombramiento con humor e ingenio
Nombramiento con humor e ingenio

sinsabores, momentos dulces y amargos, ilusiones y desengaños, trabajo y compromiso. Sin su compañía, sin su hombro amigo, nada hubiera funcionado, porque la educación es una tarea colectiva. También a aquellos y aquellas  con cuya forma de entender la educación en la escuela no he coincidido: los debates enriquecen la vida; y la escuela, como la sociedad, no es uniforme sino diversa.

De recordar al alumnado tan variopinto que en todos estos años ha pasado por mi aula y por los centros que he dirigido. Aunque mi intención siempre haya sido la mejor no siempre he acertado a dar a cada uno y cada una lo que necesitaba. Pido disculpas a aquellos que en algún momento puedan haberse sentido heridos. Y agradezco a todas y todos lo mucho que me han aportado y la oportunidad de haber podido corresponderles en alguna medida.

De agradecer a padres y madres la confianza depositada, las experiencias compartidas en escuelas de madres, en AMPAS, en entrevistas personales; los compromisos para mejorar el rendimiento y el comportamiento de sus hijos e hijas, mucho antes de que aparecieran en los documentos oficiales; la colaboración en la organización de fiestas y eventos; la manifestación de que sus hij@s han recibido una formación sólida que les ha permitido continuar estudios.

De manifestar públicamente que todas las corporaciones municipales de la localidad han colaborado con los centros docentes en la medida de sus posibilidades, mejorando las condiciones del colegio o el instituto y las de cada alumno o alumna en particular. (Recordemos la financiación de excursiones, que se mantuvo durante muchos años, o los premios a la excelencia del curso actual).

A partir de ahora no estaré a diario en el Instituto, pero si alguien quiere algo de mí, sabe dónde encontrarme, sin ninguna duda. Si no es en persona el correo electrónico, twitter y la página web están siempre abiertos.

También es el momento de manifestar mi preocupación por el futuro de la escuela pública. Si permitimos que las cosas sigan por el camino que van tendremos una escuela pública que irá perdiendo calidad pese al esfuerzo que pueda hacer el profesorado: aumento de ratio, disminución de profesorado y de recursos, supresión de servicios. Y eso hará que las clases medias (si es que siguen existiendo y no son sustituidas definitivamente por el precariado) se lleven a sus hijos a la concertada aunque tengan que pagar por ello. Y cuando la presión de las clases medias por la mejora de la escuela no exista entraremos en un bucle infernal del que será difícil salir:

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Para que no suceda, es necesario modificar la deriva segregadora del alumnado que se avecina con la implantación de una ley que incluye más subvenciones a la escuela privada, la gran beneficiada,  y separación del alumnado en función de su extracción social.

La garantía de una ciudadanía exigente y activa la da la educación (“un arma cargada de futuro”, en palabras de Mandela). Una educación inclusiva y compensadora, que atiende más a quien más lo necesita, en una escuela pública de tod@s para tod@s.