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¡Qué dura es la vida!

En los últimos días mi hijo ha perdido al compañero de su vida durante los últimos nueve años. Es verdad que un amor de nueve años vividos con intensidad vale mucho más  que toda una vida de rutina. Y también que desde que se conocieron sabían que era fácil que, aunque durara toda la vida, su relación no sería demasiado larga en el tiempo. Pero nada de eso hace menos dolorosa la pérdida.

¡Qué dura es la vida para algunas personas! Es durísima una pérdida repentina, pero no lo es menos ver y sentir que la persona a la que quieres se te está yendo como agua entre las manos, sin que puedas hacer nada para evitarlo. Sólo acompañarla como siempre, servirle de apoyo y consuelo y respetar sus deseos, incluso si no estás de acuerdo con ellos.

Poder despedirse de forma consciente, manifestarse mutuamente los sentimientos que la separación provoca, aunque nunca se consideren suficientemente expresados, aporta a la persona que se va consuelo y tranquilidad, y a quien se queda, además, recuerdos imborrables del amor y el afecto que les unió hasta el final.

Y ahora la vida debe seguir. No será fácil, sin duda. Quedan muchos momentos de dolor, muchas lágrimas por llorar, muchos espacios que llenar, mucho tiempo para recordar… Pero hace mucho tiempo que sabemos que hay que vivir el presente porque el pasado se fue y el futuro no sabemos si llegará, lo que tenemos es el hoy y no está vacío: en él hay amigos y amigas que siempre han estado y siguen estando ahí, de forma incondicional, y familiares que apoyan sin invadir tu espacio, en lo que somos expertas las mujeres de mi familia. Y el trabajo, una buena terapia cuando aquello a lo que te dedicas te gusta y puede llenar tu vida.

 

 

Falsos positivos

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Hasta no hace mucho, cuando escuchaba hablar de falsos positivos pensaba en esos deportistas que en los controles antidopaje daban positivo y luego podían demostrar que no habían consumido drogas.

Ahora sé que hay otros falsos positivos: se refieren a personas encontradas muertas de forma violenta a manos de militares por ser aparentemente guerrilleros y que luego se demuestra que no lo eran: todo había sido un montaje. En muchas ocasiones un montaje tan burdo como para que la ropa del supuesto guerrillero no estuviera agujereada por las balas que acabaron con su vida o el arma amenazante estuviera empuñada por una mano inútil. Tan seguros se encontraban de que no habría investigación, de que su palabra sería dada por buena y cobrarían las primas que la ley les ofrecía por eliminar revolucionarios,  mayores si éstos portaban armas o tenían galones. Terrorismo de estado.

Aunque luego algunas, o muchas, hayan abandonado la lucha, fueron las mujeres de Soacha, las madres de los desaparecidos, quienes consiguieron que se investigara, sacaron a la luz los falsos positivos, exigieron justicia y lograron incomodar a las fuerzas armadas del estado poniendo en riesgo sus vidas y las de sus familias. En las guerras de unos pueblos contra otros intervienen mayoritariamente los hombres, en la lucha por los derechos suelen ser las mujeres las mas implicadas.

De las muchas cosas que Luz Marina Bernal contó ayer en la biblioteca de Guadalcacín, me impresionó especialmente que dijera que vivió cuarenta y ocho años sin darse cuenta del país en el que vivía y lo descubrió de golpe el día que su hijo Leonardo desapareció. Para ser víctimas de la violencia no es preciso pertenecer a un grupo implicado en política, ni siquiera vivir en zona de conflicto. En su caso en concreto sus probabilidades de sufrirla aumentaban por ser pobre, como pasa en tantos otros conflictos.

Al Nobel de la Paz estaban propuestas personas representantes de las tres partes del conflicto que pareció a punto de resolverse: el estado, la guerrilla y las víctimas. Si una de ellas era más merecedora que las demás indudablemente era la que encarna la lucha por la justicia y la verdad, la que representa a esas víctimas que están dispuestas a poner su firma en un acuerdo de paz, aunque sea con la nariz tapada, para conseguir que no haya que lamentar nuevos sufrimientos. Si se trataba de comprometer al presidente, como dice Luz Marina, para que no renuncie a negociar hasta que el acuerdo se firme, bien podían haberlo concedido ex aequo a los tres. En otras ocasiones ha sido compartido. Pero se impuso la política.

Que una ONG como Intermón Oxfam se haya posicionado tan claramente a favor de los derechos humanos como para dar ocasión a que las víctimas de un conflicto expliquen lo que pasa en su país, y apoyarlas expresamente en su lucha contra el orden establecido porque es de justicia, me parece una buena noticia.

Un paseo por Parauta

Pasar un día con buena gente siempre es agradable. Si además el entorno es de los que merecen la pena, ¿qué más se puede pedir?

Pues ésa fue mi experiencia el pasado sábado en Parauta, un pequeño pueblo de la provincia de Málaga, en la Serranía de Ronda.

Una caminata facilita por el sendero Quejigales- Torrecilla entre encinares, con estupendas vistas a los picos Alcojona y Torrecilla  que nos señaló nuestro amigo Juanma, buen conocedor de esta sierra, pasando por el cortijo Rajete hoy en ruinas, comida en el área recreativa Las Conejeras y paseo de tarde por el castañar, quedan recogidos en las fotos a continuación. Una pena que los arroyos estuvieran completamente secos.

 

Vivir sin móvil

historia-telefono-movil¿A que no parece posible que alguien que vive en una ciudad de doscientos mil habitantes, trabaja en un instituto, tiene hijos, viaja, intercambia su casa con personas de otros países, y muchas más cosas, viva sin móvil? No sin smartphon, no, sin teléfono móvil, como vivíamos en el siglo pasado.  Pues lo es y ahi está, tan feliz, sin ser consciente de lo que se pierde y lo que podría hacer. Pensando que quienes utilizamos el móvil perdemos mucho tiempo en tonterías.

Imagen tomada de internet

Jazztel y Seur, Seur y Jazztel

El pasado 21 de octubre, tras haber intentado utilizar los datos del móvil sin éxito, caigo en la cuenta de que ya me ha sucedido días antes. En realidad llevaba sin datos móviles desde el 18, porque a partir del 17 no había consumo.

Llamo a mi operador, Jazztel, con el teléfono fijo porque no recogen las marcaciones del móvil, esas de la centralita automática: «Si su consulta es sobre el teléfono desde el que habla, pulse 1, en caso contrario…»

Después de varias comprobaciones de configuración llegan a la conclusión de que puede que el fallo sea de la tarjeta o del teléfono. No tengo forma de comprobarlo hasta la mañana siguiente. Cuando lo hago en la tienda y la que falla es la tarjeta, pido que me hagan un duplicado, pero no se hace en tienda como sucede con otras operadoras, hay que pedirla por teléfono y esperar al mensajero.  ¿Por qué? ¡Ah…!

Llamo una infinidad de veces sin éxito. Intento utilizar twitter:

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No hay respuesta. Lo último que aparece en su cuenta es de 2015. Parece que no la usan. Vuelta al teléfono. Al final lo consigo. La tarjeta llegará el lunes o el martes. Insisto en la urgencia porque salgo de viaje el martes. Me llamará, dice la persona que me atiende al teléfono, el lunes por la mañana para hacer seguimiento y decirme la empresa de mensajería que se hace cargo.

El domingo me surge un imprevisto y tengo que anticipar la salida pero estaré en Córdoba lunes y martes. No debe ser imposible que la entrega se haga allí, el domingo no salen los envíos. Llamo. Efectivamente no hay problemas, el envío no ha salido, se modifica la dirección y listo. ¡Bien!

El lunes responde Eva por twitter. Lo usan, sólo mensajes directos, en privado, pero los fines de semana no responden por este medio.

 

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Le doy lo datos y responde:

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El martes 25 me llama SEUR: no han podido entregarme el paquete ¡en Jerez! porque no estaba en casa. Dicen no tener información de cambio de dirección de entrega.

¡Otra vez a llamar al 1565! Y otra vez a escuchar la propaganda, a marcar números para seleccionar opciones y a esperar porque «Todos nuestros operadores están ocupados en estos momentos. Manténgase a la espera«. No saben nada de Córdoba y yo ya no tengo interés en ello puesto que mañana salgo para Salamanca.

La señora o señorita que amablemente me atiende toma nota de la nueva dirección (en 24-48 horas estará allí el paquete). Me pasa con Seur para confirmar los datos, pero… ¡el nombre de la calle está equivocado!. Ellos no pueden corregir nada, «tiene usted que llamar de nuevo a Jazztel para que lo rectifique y nos lo comunique». ¡¡Bien!!

Vuelta a empezar. Otra persona al aparato. Después de corregir la dirección pido confirmar los datos con el operador logístico (así llaman a la empresa de mensajería) pero en esta ocasión no es posible.

El miércoles 26, mientras vamos de camino, nueva llamada de Seur: otra vez han intentado entregar el paquete ¡en Jerez!. No tienen orden contraria. Seguimos para bingo.

Pues nada, esperaremos a que las gestiones den resultado. Pero no. El viernes 28, una semana después de la primera gestión:

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Y la respuesta:

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Le doy la dirección, le explico lo sucedido, dice que el cambio figura anotado el 28, no el 25, y…

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Pues nada, el miércoles. ¡Son rápidos!

Una vez en Jerez, compruebo en la página de Seur la situación. Dice:

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Bien, había pedido que hicieran la entrega por la tarde, se confirma, parece que esto está a punto de finalizar. Por si acaso (ya no me fío) llamo a Seur. En el mensaje de texto en el que me comunicaban el identificador (creo que el día 26, pero no lo puedo comprobar porque tuve que formatear el el móvil para que la tarjeta funcionara, y no lo anoté antes) hay también un número de teléfono. Llamo. No hay nada a mi nombre para entregar. Con el identificador averiguan que el paquete está en Cádiz y estoy llamando a… ¡Salamanca! O sea que la información estaba, pero son de una eficiencia, tanto los unos como los otros, digna de poner en sus manos asuntos vitales.

Me da el número de Cádiz y llamo. El repartidor de la zona no lo tiene, puede que alguno de los de refuerzo lo tenga. Averiguo y la llamo, me dice.

Pero a las 20 no había llamado la operadora telefónica ni tampoco el mensajero y la atención telefónica termina a las 19:30. ¡Hasta mañana!

Jueves 3 de noviembre. Llamo a Seur Cádiz. El paquete está en la oficina de Jerez, no en reparto. Puedo recogerlo en la oficina o esperar a mañana. Me subo por las paredes. ¿Me puede explicar por qué no se hizo la entrega programada para ayer? Claro: el mensajero no me encontró porque en la dirección faltaban datos. ¡Pero si me habían dicho que no lo tenía el repartidor! ¡Y habían intentado entregarlo dos veces antes!

Me da la dirección de la oficina, en zona sur de Jerez. Le digo que iré a buscarlo, ¡qué remedio!, pero pondré una reclamación. Claro, en la oficina puedo hacerlo, dice, y la dejo relatando.

Encontrar la dirección me cuesta dar vueltas y preguntar unas cuantas veces (no tengo datos y por tanto no puedo usar el navegador del móvil y mi sentido de la orientación es bastante deficiente). Cuando llego ¡sorpresa!: mi paquete no está. ¿Cómo? Se lo acaban de llevar al Puerto de Santa María, donde está la central provincial de Seur, para el reparto de la tarde. Pido la hoja de reclamaciones. ¿Saben qué? Dice que las reclamaciones hay que hacerlas en El Puerto, en la central. No estaba yo en condiciones de discutir, cansada y hambrienta, así que lo dejé estar de momento, pensando que era una más de las demostraciones de la forma de funcionar de estas empresas que debería denunciar.

Finalmente el mensajero llega por la tarde. Se ve que no les gustan las reclamaciones, porque las opciones fueron claras: si no la recoge en la oficina, hasta mañana.

Toda una odisea.

Queda el final: la compensación por las molestias. El 28 de octubre, generosamente,

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Y el 3 de noviembre, por fin

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Han sido 12 días y van a compensarme por tres semanas. ¿Como valorarán haberme tenido sin datos y llamando, esperando, tomándome el pelo, durante tres semanas, que son más de 12 días? Porque quedarse sin datos cuando se tienen contratados y se paga por ellos ya es malo, pero no tenerlos precisamente cuando se sale de viaje es toda una faena. Menos mal que no iba sola y la otra persona sí disponía de servicio.

Pues aquí está su valoración:

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¿A que es de una generosidad que asusta? ¿Deja otra opción que buscar una operadora mejor?

 

Palabras, palabras

hablarAllá por 1971, cuando empecé a trabajar en Jerez, ya hacía tiempo que había dejado de emplear palabras que se decían en mi pueblo de origen pero que en entornos más urbanos, y parecía que más cultos, me daba  la impresión de que sonaban mal, aún en el caso de que fueran comprendidas sin problemas, cosa que no siempre sucedía.

Pronto superé el complejo de ser de pueblo como casi todo el mundo, y empecé a valorar la cultura local. Visto con la perspectiva que da el paso del tiempo creo que fue un inspector de educación, Francisco Fernandez Pozar, el que con su empeño por descubrir y hacer que se valorara la cultura y especialmente el habla andaluza, por entonces considerada una forma de hablar mal el castellano, el que me puso en situación de valorar también mi propia cultura local.

Que hablando el mismo idioma tuviéramos particularidades tan diferentes fue una experiencia que dio lugar a situaciones graciosas, a anécdotas que ilustran tanto la riqueza del idioma como las particularidades locales.

En mi primer trabajo, la madre de una alumna de seis años me dejó un medicamento por si a su hija le salía la mosqueta. Como no me atreví a preguntar, (lo que hace la inseguridad) tuve que leer el prospecto para descubrir que la niña era propensa a sangrar por la nariz. Fue ésta una palabra que a castellanas y extremeños (y viceversa) nos hizo reír en más de una ocasión. Recuerdo que Angel, un compañero extremeño, el año en que abrimos el colegio San Telmo (hoy instituto) pidió a un alumno que se subiera la cremallera cuando otro le dijo que aquél tenía una mosqueta.

En ese mismo primer año de trabajo en Jerez, una cría vino a decirme que tenía fatiga. Yo la miré con cara rara, seguro,  y le pedí que se sentara a descansar un ratito. ¿Como iba yo a pensar que lo que tenía la pobre eran nauseas? Terminé recogiendo el vómito.

La única de mis compañeras que no era monja (fue mi único curso de trabajo en la enseñanza privada), era de un pueblo de Huelva y usaba con amigas y compañeras, para la segunda persona de plural el pronombre ustedes, con el verbo en segunda persona: Ustedes sabéis lo que quiero decir. Algo que se escucha con mucha frecuencia. Mi sorpresa fue que cuando tuvimos la primera reunión de padres y madres, queriendo tratarles con cortesía, no pretendiendo tutearles, en vez de ustedes ponía el vosotros.

En Torrecera, donde iba muchos fines de semana a colaborar en actividades juveniles, descubrí la ofifa, abreviatura de aljofifa, (bayeta) que tampoco conocía. Y cuando mostré mi curiosidad porque a los hoyos en el suelo les denominaban boquetes, palabra que entendía perfectamente aunque fuera de uso habitual para mí, me explicaron que allí a un hundilón de decían un boquete.

Nos sorprendemos cuando oímos palabras infrecuentes o expresiones poco habituales, y yo, además de sorprenderme, las he ido coleccionando. Y ampliaré la colección según las vaya recordando o encontrando. Están en esta página.