Hoy, día de Reyes, a lo largo de todo el día he oído de muchas personas, unas conocidas y otras no, los regalos de reyes que recuerdan de forma especial, o los que desearon y no recibieron.
Y han venido a mi mente dos regalos de reyes que fueron tan especiales que no los he olvidado.
El primero corresponde a una mañana en que mis dos hermanas y yo (sólo éramos tres entonces, llegamos a ser nueve) recibimos por sorpresa un par de mandarinas. Ni siquiera sabíamos que esa noche debían llegar los reyes. No había cabalgata, y ¿quién se atreve a hablar de reyes a sus niñas si no hay juguetes que poner en los zapatos? Es la tristeza de mi madre al explicarnos que nuestros reyes eran pobres la que se me quedó grabada.
El segundo si fue un juguete: un precioso juego de café de plástico de colores, recibido de una prima de mi madre que no pertenecía a la clase «humilde». Era tan bonito que pasó a decorar una repisa de la sala sin que pudiéramos jugar con él en muchos meses por temor a que se rompiera.
No todos los recuerdos de la infancia son agradables.
Fotos de la playa en la que esta tarde recordaba lo anterior.