Creía yo que en algunos aspectos de la vida político social estaba curada de espanto, que ya nada me iba a sorprender. ¡Qué gran error! Cada día un poquito mas de basura, de falta de las condiciones más elementales para realizar aquello que se supone que es la función específica de los políticos: trabajar por el bien de la comunidad, gestionar en beneficio de la ciudadanía.
¡Y mira que desde que explotó la burbuja nos hemos llevado decepciones! Ver que se nos escapaban como agua entre los dedos todos los elementos del que nos parecía aún precario estado del bienestar, aquello que tanto había costado conseguir y que habíamos creído que tenía carácter definitivo. Los recortes en educación, sanidad, justicia, trabajo… Que hayan pretendido hacernos creer que somos los culpables de la crisis. Que se hayan rescatado los bancos y se hayan dejado caer a las familias en la indigencia sin ningún tipo de pudor. Que la corrupción haya sido, y sin duda siga siendo, tan generalizada en todo el espectro político como para que sea difícil creer que haya quien esté libre de ella. Que los que han sido descubiertos como corruptos en máximo nivel hayan pasado años y hasta décadas, pretendiendo dar lecciones de honestidad y decencia. Y tantas más.
Pero lo sucedido en estos días en que Teresa Romero, la auxiliar de enfermería en situación crítica por haberse contagiado con el virus del Ébola tras participar en la atención a uno de los misioneros repatriados, ha colmado mi capacidad de asombro:
- Entiendo que el gobierno quisiera traerse a los misioneros dada la relación del estado con la iglesia (no me hablen de razones humanitarias, que al mismo tiempo estaba un expeleólogo español herido a cuatrocientos metros bajo tierra y no movieron un dedo). Pero ¿traérselo en contra de la opinión de los especialistas que avisaron de que ningún hospital español reunía las condiciones necesarias?
- ¿Y llevarlo a uno que ni siquiera contaba con personal porque se estaba desmontando para convertirlo en de media estancia?
- ¿Y sin dar la formación y los medios necesarios al personal y al centro hospitalario? Según en consejero de sanidad de la comunidad de Madrid «no hace falta un máster para ponerse o quitarse un traje» pero fíjense en lo que dice al respecto un auténtico experto porque lleva meses tratando a enfermos de Ébola, el Dr. Echvarría: La colocación correcta del traje (PPE) lleva unos 10 minutos, y la retirada del mismo es un proceso de unos 20 a 25 minutos donde se siguen estrictamente unos pasos ordenados y bajo la supervisión de dos personas: una, continuamente desinfectando con espray; y otra, recordando los pasos que hay que seguir.Y comparen.
- Los profesionales tenían tan claro que no se estaba haciendo bien que ya en agosto un enfermero escribe esta carta explicando todos los despropósitos. Sirvió de poco.
- De la atención al personal sanitario que atendió a los infectados, entre ellos la contagiada, mejor ni hablar.
Pero lo que ha superado todos los límites es el trato infringido a la enferma, la primera contagiada fuera de África, después de su ingreso en el hospital:
- La última en enterarse. Toda España conoce que hay una persona contagiada de Ébola, antes de que a ella se le comunique el diagnóstico.
- El consejero de sanidad la acusa de mentir sobre su temperatura (reconoce que sin pruebas), de incompetencia en relación con uso del traje ( «unos tienen más capacidad que otros»), de haber ido a la peluquería (no estaría tan mala), haciéndola responsable en el fondo de su contagio. Habla de ella de forma denigrante e irrespetuosa no una vez sino varias y en diversos medios (ver video al final).
- La Cope anuncia su fallecimiento en falso. Una hora después retira la noticia y niega haberla publicado. Pero en la red quedan las evidencias:
- ABC anuncia que su cuerpo se incinerará sin hacerle la autopsia mientras ella sigue luchando por su vida. (¡Ojalá tenga éxito!) También ha desaparecido la noticia.
¿Puede haber mayor falta de sensibilidad? ¿De verdad, sabiendo lo que se sabe sobre la gestión de los protocolos, alguien puede insinuar que la responsabilidad del contagio la tiene la enferma? ¿Los misioneros repatriados héroes y Teresa, voluntaria para su atención, la villana de la película? ¿Y el consejero «que tiene la vida resuelta», sigue en el cargo? ¿Hasta cuando vamos a soportar actuaciones semejantes?.
Puede que quien mejor retrate al consejero sea un teórico programa de humor: