Hoy puedo decir que he disfrutado de una sesión de claustro. Como otras muchas veces, pero la de hoy merece capítulo aparte.
A partir del reconocimiento de que las 2 horas de libre disposición en Primero de ESO no habían conseguido el rendimiento esperado el pasado curso, pese a haberlas dedicado a lo nos sigue pareciendo adecuado (la lectura), hemos realizado un planteamiento pedagógico, con la implicación todo el profesorado asistente. (Sólo han faltado un sustituto que no ha sido nombrado y una compañera de baja por enfermedad)
La propuesta de cambio parte del jefe de un departamento cuya existencia data del curso pasado de cuya eficacia se dudaba en muchos ámbitos: el de Formación, Evaluación e Innovación.
En el debate, con mayor o menor intensidad, ha participado todo el grupo o al menos a nadie le ha parecido irrelevante. Se han debatido criterios pedagógicos, de eficacia, de rendimiento, ventajas e inconvenientes de las distintas opciones…
Y todas las intervenciones, sin excepción, se han hecho pensando en el alumnado: cómo motivarles, qué tipo de agrupamiento será más efectivo, la posible repercusión del trabajo en las distintas materias… sin que pesara en el ánimo en ningún momento lo que habíamos hablado unos minutos antes: horarios más cargados, peores condiciones laborales, recuerdo del cumplimiento de normas que cumplimos y por ello nos molesta que nos recuerden, y de otras que no cumplimos tan a rajatabla y nos molesta más…
Nada de ello ha sido obstáculo para que el primer claustro del curso haya sido pedagógico, en el mejor sentido de la palabra.
Lo que al comienzo de otro curso cualquiera hubiera sido normal, en éste, por las condiciones en las que nos encontramos, me parece digno de valoración extraordinaria.
Por eso, hoy digo: ¡¡Bien por mi claustro de profesorado!! Me siento orgullosa de pertenecer a él.
Así sí conseguiremos una enseñanza pública de calidad.