Archivo de la etiqueta: escuela pública

Despedida

Llegué a Guadalcacín en septiembre de 1974 con una hija pequeña y otra en camino, para incorporarme a la tarea docente de una localidad pequeñita, de menos de cinco pict0229mil habitantes, con el compromiso de permanencer durante seis cursos, después de haber pasado dos años en una escuela unitaria de difícil desempeño, uno anterior en la zona sur de Jerez del que guardo muy buenos recuerdos, y el primero en la enseñanza privada, mientras estudiaba oposiciones.

Traía mi mochila cargada de ilusiones, de entusiasmo por un trabajo elegido a conciencia, por gusto, que ha sido siempre más que un trabajo y ha contribuido a hacer de la educación el leitmotif  de mi vida: ser madre y ser maestra se complementan.

Escuché una vez, hace mucho tiempo, que no debería ser maestro o maestra quien no tuviera la experiencia de haber amado. No puedo estar más de acuerdo: sin empatía, sin afecto, sin emoción, sin respeto por el alumnado, es imposible educar. Lo decía hace unos días el exministro de educación Angel Gabilondo: «El mejor método educativo es querer a los alumnos, hablar bien de ellos, esperar algo de ellos».Tener hijos ayuda a ponerse en el lugar de padres y madres y obliga a preguntarse: ¿y si fuera mi hija, mi hijo?

Seis cursos parecía mucho tiempo pero se han convertido en 39, y aquí sigo. Y mi mochila no se ha vaciado.

Aquí me he adaptado a las nuevas leyes (seis, si no recuerdo mal las que contó Manuel Santander en su lección magistral), a los nuevos materiales (de la multicopista manual que compartíamos con la parroquia y el corresponsal de la Seguridad Social, a las fotocopiadoras actuales que hasta grapan las hojas; de hacer clichés con un punzón, a los ordenadores actuales, con pizarra digital incluida; de aquellos periódicos escolares elaboradísimos, maquetados a mano, a los actuales blogs de clase), a los cambios en las familias que repercuten en la escuela (aquellas familias de 10, 12, 14 hijos, se han transformado en las de hijo único, como mucho dos, actuales), al nuevo alumnado, ni mejor ni peor que el de décadas anteriores: diferente, porque diferente es la sociedad en la que vive.

Pero no he perdido la creencia de que la educación puede cambiar la sociedad, ni  el entusiasmo por aportar mi granito de arena, o el placer de ver crecer, madurar y formarse al alumnado que pasa cada curso. Y sigo sufriendo el desencanto de no ser capaz de conseguir que algunos alumnos y alumnas aprendan lo necesario y se integren en las tareas docentes, pese a haber puesto todo el empeño en ello.

Termino mi vida laboral porque se ha cumplido el tiempo, no porque haya agotado el bagaje con el que llegué o no me queden fuerzas. Las dedicaré a otros menesteres, alguno de ellos seguramente relacionado con la educación.

Ha llegado el momento de despedirme:

De agradecer a tantos compañeros y compañeras haber compartido alegrías y

Nombramiento con humor e ingenio
Nombramiento con humor e ingenio

sinsabores, momentos dulces y amargos, ilusiones y desengaños, trabajo y compromiso. Sin su compañía, sin su hombro amigo, nada hubiera funcionado, porque la educación es una tarea colectiva. También a aquellos y aquellas  con cuya forma de entender la educación en la escuela no he coincidido: los debates enriquecen la vida; y la escuela, como la sociedad, no es uniforme sino diversa.

De recordar al alumnado tan variopinto que en todos estos años ha pasado por mi aula y por los centros que he dirigido. Aunque mi intención siempre haya sido la mejor no siempre he acertado a dar a cada uno y cada una lo que necesitaba. Pido disculpas a aquellos que en algún momento puedan haberse sentido heridos. Y agradezco a todas y todos lo mucho que me han aportado y la oportunidad de haber podido corresponderles en alguna medida.

De agradecer a padres y madres la confianza depositada, las experiencias compartidas en escuelas de madres, en AMPAS, en entrevistas personales; los compromisos para mejorar el rendimiento y el comportamiento de sus hijos e hijas, mucho antes de que aparecieran en los documentos oficiales; la colaboración en la organización de fiestas y eventos; la manifestación de que sus hij@s han recibido una formación sólida que les ha permitido continuar estudios.

De manifestar públicamente que todas las corporaciones municipales de la localidad han colaborado con los centros docentes en la medida de sus posibilidades, mejorando las condiciones del colegio o el instituto y las de cada alumno o alumna en particular. (Recordemos la financiación de excursiones, que se mantuvo durante muchos años, o los premios a la excelencia del curso actual).

A partir de ahora no estaré a diario en el Instituto, pero si alguien quiere algo de mí, sabe dónde encontrarme, sin ninguna duda. Si no es en persona el correo electrónico, twitter y la página web están siempre abiertos.

También es el momento de manifestar mi preocupación por el futuro de la escuela pública. Si permitimos que las cosas sigan por el camino que van tendremos una escuela pública que irá perdiendo calidad pese al esfuerzo que pueda hacer el profesorado: aumento de ratio, disminución de profesorado y de recursos, supresión de servicios. Y eso hará que las clases medias (si es que siguen existiendo y no son sustituidas definitivamente por el precariado) se lleven a sus hijos a la concertada aunque tengan que pagar por ello. Y cuando la presión de las clases medias por la mejora de la escuela no exista entraremos en un bucle infernal del que será difícil salir:

2013-06-20 23.33.26

Para que no suceda, es necesario modificar la deriva segregadora del alumnado que se avecina con la implantación de una ley que incluye más subvenciones a la escuela privada, la gran beneficiada,  y separación del alumnado en función de su extracción social.

La garantía de una ciudadanía exigente y activa la da la educación (“un arma cargada de futuro”, en palabras de Mandela). Una educación inclusiva y compensadora, que atiende más a quien más lo necesita, en una escuela pública de tod@s para tod@s.

Así, sí

Hoy puedo decir que he disfrutado de una sesión de claustro. Como otras muchas veces, pero la de hoy merece capítulo aparte.

A partir del reconocimiento de que las 2 horas de libre disposición en Primero de ESO no habían conseguido el rendimiento esperado el pasado curso, pese a haberlas dedicado a lo nos sigue pareciendo adecuado (la lectura), hemos realizado un planteamiento pedagógico, con la implicación todo el profesorado asistente. (Sólo han faltado un sustituto que no ha sido nombrado y una compañera de baja por enfermedad)

La propuesta de cambio parte del jefe de un departamento cuya existencia data del curso pasado de cuya eficacia se dudaba en muchos ámbitos: el de Formación, Evaluación e Innovación.

En el debate, con mayor o menor intensidad, ha participado todo el grupo o al menos a nadie le ha parecido irrelevante. Se han debatido criterios pedagógicos, de eficacia, de rendimiento, ventajas e inconvenientes de las distintas opciones…

Y todas las intervenciones, sin excepción, se han hecho pensando en el alumnado: cómo motivarles, qué tipo de agrupamiento será más efectivo, la posible repercusión del trabajo en las distintas materias… sin que pesara en el ánimo en ningún momento lo que habíamos hablado unos minutos antes: horarios más cargados, peores condiciones laborales, recuerdo del cumplimiento de normas que cumplimos y por ello nos molesta que nos recuerden, y de otras que no cumplimos tan a rajatabla y nos molesta más…

Nada de ello ha sido obstáculo para que el primer claustro del curso haya sido pedagógico, en el mejor sentido de la palabra.

Lo que al comienzo de otro curso cualquiera hubiera sido normal, en éste, por las condiciones en las que nos encontramos, me parece digno de valoración extraordinaria.

Por eso, hoy digo: ¡¡Bien por mi claustro de profesorado!! Me siento orgullosa de pertenecer a él.

Así sí conseguiremos una enseñanza pública de calidad.

 

 

 

Lo que dije en EABE12

No soy la típica directora: necesito las clases para sentirme a gusto conmigo misma. De ellas obtengo la energía para el trabajo burocrático. Las disfruto.

Al pensar en mi ejercicio de la dirección, me vienen a la mente situaciones que dan una idea de lo que implica:

  • Algunas muy difíciles:
    • Tener que llamar la atención a un colega por falta de profesionalidad
    • Trabajar con personas a las que no les gusta y no les importa lo que hacen y por ello no lo valoran.
    • Pedir a padres/madres que tomen el control de su familia o plantearles que tememos que su hijo/a esté haciendo lo que no debe (drogas, juego…)
    • Intervenir o mediar en enfrentamientos familiares.
    • Sancionar, incluso cuando estás convencida de que es necesario.
    • Tener que enfrentarse a la Administración, sintiéndote como el jamon york del sandwich, sin interlocutores válidos en temas pedagógicos.
  • Otras gratificantes:
    • Felicitar a quien lo merece.
    • Poder decir en un Claustro o un Consejo Escolar, que los resultados académicos o la convivencia mejoran, que gran parte del exalumnado continúa estudiando…
    • Disfrutar cuando se alcanzan acuerdos que mejoran la convivencia sin pretender sacar del sistema al alumnado difícil.
    • Que alguien te diga que no está de acuerdo contigo y lo argumente: dialogar, debatir.
    • Sentir que el antiguo alumnado valora el tiempo que pasó en tu centro y las competencias que adquirió.
    • Saber que el buen profesorado que ha pasado por el centro lo recuerda con cariño.
  • Otras pesadas:
    • La burocracia que nos está absorbiendo y se lleva tal cantidad de tiempo y energía que da la impresión de que se nos quiere únicamente como gestores y no como dinamizadores o líderes pedagógicos.
    • Asistencia a reuniones nada efectivas, para que te expliquen algo que ya sabes, porque se ha publicado, o bastaría con que se enviara por email.

 

Aspectos sobre los que deberíamos debatir en este momento, porque nos jugamos el futuro de la escuela pública y los equipos directivos deberíamos abrir el fuego. (¿Álguien no se ha dado cuenta de que se pretende que nuestros centros queden para las familias que no puedan acceder a la privada?):

  • ¿Sólo gestores o líderes pedagógicos? Alguien tiene que asumir la función
  • La autonomía de los centros
  • Prestigiar la escuela pública (lo que hacemos en el EABE). Para ello:
    • Profesionalidad: nada de balones fuera ¿o no somos expertos en docencia? Si no lo somos, a otra cosa.
    • Autoevaluación de la práctica docente, imprescindible si queremos mejorar. No es sólo un invento de la la AGAEVE
    • Adptación metodológica al alumnado actual. Con TIC y con TAC pero no son ellas el cambio. Lo importante es el cambio de foco, del profesorado al alumnado, a cada uno de nuestros alumnos y alumnas.
    • Asumir que aprender por competencias no es lo que estamos haciendo en mayoría de las aulas, y es lo que hay que hacer: cabezas bien organizadas, no bien llenas, personas con autonomía y capacidad para aprender y para tomar decisiones.
    • Dejar de hablar mal de ella (de nuestra escuela, que es nuestra responsabilidad)
    • Nuestros hijos, en la publica.

      foto de familia por @antosevi

Video de toda la sesión