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Egoismo

Una pareja conocida (otra más) ha decidido separarse. Ambos lo tienen claro: la convivencia se ha hecho difícil y no parece posible que haya indicios de cambio suficiciente para recuperar un nivel satisfactorio, ni siquiera aceptable.

No son jóvenes, pero tampoco tan mayores como para renunciar a tener un proyecto de vida, en común o por separado. Rondan los 60 años.

Tienen dos hijos (bien entrados en la treintena, independizados desde hace tiempo) que han reaccionado de formas opuestas. Mientras uno de ellos les manifiesta su apoyo total a la decisión que tomen para una vida más feliz, el otro pretende a toda costa que se mantengan juntos, no importa en qué condiciones.

Chantaje emocional en toda regla: llantos desesperados (que hasta escuchan los vecinos), amenazas con dejar de visitarles, …

Y lo mejor, los argumentos (por llamarlos de alguna manera):

– Después de casi cuarenta años ¿por qué? ¡A vuestra edad!

– Me voy a morir de vergüenza. No contéis conmigo para nada.

– ¡Con lo bien que yo vivía! ¡Me vais a joder la vida.!

– Esta casa, el apartamento en la playa… me lo vais a echar a perder.

¿Se puede ser más egoista?

 

A quién le importa

Ayer por la mañana una compañera sufrió una lipotimia y sintiendo que se iba a caer se acercó a la pared y se dejo deslizar hasta el suelo, donde finalmente quedó tendida rodeada de sus cosas: el bolso, la carpeta de documentos…,  sin poder hacer nada.

Durante al menos un cuarto de hora estuvo, mareada, en el suelo, viendo pasar zapatos (lo único que su vista alcanzaba), y reconociendo por ellos a sus dueños: un hombre mayor con bastón, una mujer con un carrito, un chico joven, otra mujer… sin que nadie le echara una mano. No sabe si la miraron siquiera.

Finalmente una señora se acercó y la ayudó hasta que se recuperó y pudo irse a casa. Menos mal que al cabo alguien tuvo una reacción humana. ¿No era así como considerabamos la compasión, la empatía, la solidaridad?

Por fortuna sólo era una lipotimia, pero igual podía haber sido un infarto y entonces no había sobrevivido al incidente.

Me produce una profunda desazón constatar hasta dónde esta sociedad ha perdido los referentes, porque ésta es una muestra más, impactante, desde luego, pero una entre otras de cómo a la mayoría sólo le importa no complicarse la vida con los problemas de los demás, disfrutar de lo que puede, sin importarle incluso si tiene o no derecho a ello.

Algo tenemos que haber hecho mal para que las cosas estén así. ¿Estaremos a tiempo de corregirlo? ¿Querremos hacerlo o nos limitaremos a esperar, cada uno personalmente, no necesitar de nadie?