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Amistades

Dice un viejo refrán que los amigos están para las ocasiones. Y es verdad. En situaciones de necesidad se descubre con quienes se puede contar sin condiciones, aunque en ocasiones se tengan diferencias, incluso importantes.

Nora y Fede, amigos

Viene esta reflexión a cuento de que en estos días he tenido cerca a otra de esas mujeres cuya pareja masculina deja tirada haciendo gala de un egoismo atroz, y ha encontrado el apoyo y la ayuda que necesitaba en el grupo de amigas y amigos que nos encontramos en el parque cuando salimos con nuestros perros.

Ha sido ella la que me ha hecho pensar, cuando expresaba, emocionada, su agradecimiento, en varias cuestiones:

  • La existencia de buenas personas en todos los ámbitos, pese a que la mayor parte de las noticias que comentamos sean malas.
  • Lo bien que sienta saber que hay razones para el optimismo. Mientras seamos capaces de salir de la burbuja individual del yo quiero, yo necesito, para pensar en lo que necesita el que está al lado, las hay.
  • Lo gratificante que es sentirse acompañada en los momentos duros, y acompañar al que sufre, aunque duela.
  • Lo necesario que es poder expresar los propios sentimientos
  • Lo útiles que son los perros para entablar relaciones. Y lo fácil que es que alguna de ellas se transforme en amistad, porque cuando se comparte el amor por los animales existe una sensibilidad  común que bien puede dar lugar a ello.
  • Lo mucho que pueden ayudar las redes sociales a mantener el contacto cuando se está lejos (y se quiere, naturalmente).

Estaría bien que no olvidáramos lo importante cuando las circunstancias no nos son favorables, y mantuviéramos las amistades contra viento y marea.

Dedicado a Lourdes, mujer y madre, que hoy se ha ido al norte con su hija y su perra a buscar el apoyo de su familia, dejando en el sur una parte de su vida.


 

 

Egoismo

Una pareja conocida (otra más) ha decidido separarse. Ambos lo tienen claro: la convivencia se ha hecho difícil y no parece posible que haya indicios de cambio suficiciente para recuperar un nivel satisfactorio, ni siquiera aceptable.

No son jóvenes, pero tampoco tan mayores como para renunciar a tener un proyecto de vida, en común o por separado. Rondan los 60 años.

Tienen dos hijos (bien entrados en la treintena, independizados desde hace tiempo) que han reaccionado de formas opuestas. Mientras uno de ellos les manifiesta su apoyo total a la decisión que tomen para una vida más feliz, el otro pretende a toda costa que se mantengan juntos, no importa en qué condiciones.

Chantaje emocional en toda regla: llantos desesperados (que hasta escuchan los vecinos), amenazas con dejar de visitarles, …

Y lo mejor, los argumentos (por llamarlos de alguna manera):

– Después de casi cuarenta años ¿por qué? ¡A vuestra edad!

– Me voy a morir de vergüenza. No contéis conmigo para nada.

– ¡Con lo bien que yo vivía! ¡Me vais a joder la vida.!

– Esta casa, el apartamento en la playa… me lo vais a echar a perder.

¿Se puede ser más egoista?