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WordCamp Sevilla

WCS

Vaya por delante que no soy experta en WordPress y la mayoría de los asistentes al evento sí que lo son. Que mi interés en el uso de WP es la comunicación, y el de la mayoría es el trabajo: utilizan WP para prestar servicios a los usuarios finales, satisfacen las necesidades de empresas y clientes. Quiero decir que, seguramente, tengo una visión que puede no coincidir con la de la mayoría de los y las participantes.

Mis diversos blogs, creados con distintas finalidades, fundamentalmente educativas y comunicativas, (blogs de clase en su mayoría) están hechos con WP porque es muy fácil de usar y ofrece muy buenas prestaciones gratuitas. Y porque es software libre. Empecé a usarlo después de haber conocido el funcionamiento en este blog cuyos inicios expliqué en su momento.

He asistido a las meetups y WordCamps organizadas en Sevilla y he visto evolucionar la comunidad de desarrolladores y usuarios y anoto aquí lo que me ha llamado la atención:

  • Aunque en la calle WP siga siendo para la mayoría de la gente un gestor de blogs IMG_0575gratuito, en las 20 ponencias y una colección de talleres que se han desarrollado en estos dos días, no se ha tratado de ello. Nada. Porque tiene otras muchas funcionalidades.
  • El ambiente de trabajo y colaboración.
  • La mayor parte de los ponentes forman parte de la organización e incluso los que no están en ella han IMG_0578asistido a la mayoría de las charlas y ofrecido sus conocimientos en mesas y pasillos. Por eso cuando una de las últimas ponencias de la tarde no tuvo en cuenta nada de lo expuesto a lo largo del día se notó mucho.
  • La cantidad y calidad de información acumulada a lo largo de la jornada:         – A mi esto no me anima a trabajar: me parece imposible aprender todo esto, decía un asistente a su compañero detrás de mí en una de las ponencias.
  • Cómo ha ido evolucionando la situación en pocos años y formándose comunidad.
  • La pulsión por compartir, por ayudar: he visto a alguien que ya se había despedidoIMG_0583 retrasar su marcha porque otro le pidió ayuda antes de llegar a la puerta, y la forma en que muchos y muchas buscaban solución a problemas  o resolvían dudas de otros. (Las mías por ejemplo)
  • Las buenas relaciones entre las personas que trabajan con software libre: aunque en ocasiones escenifiquen las diferencias entre los distintos gestores de contenidos, sobre todo utilizando las estadísticas, se llevan bien y todos conocen las fortalezas y debilidades del suyo y de los demás.
  • El buen humor. Sólo quien estuvo allí entiende la diapositiva.IMG_0582
  • Siempre se conocen proyectos interesantes, a través del trabajo realizado para ellos por los ponentes con la elaboración de sus webs. En esta ocasión me han llamado la atención: parainmigrantes.info, Fundación Genes y Gentes y restaurant50

Y, puesto que una de las razones para usar WordPress es que sea software libre, porque mucha gente no sabe lo que significa, aun siendo usuario de WP, copio aquí las cuatro libertades que implica, que se han recordado en las sesiones, porque forman parte intrínseca al uso de WP:

  • La libertad de usar el programa, con cualquier propósito.
  • La libertad de estudiar cómo funciona el programa, y adaptarlo a tus necesidades. (El acceso al código fuente es una condición previa para ello).
  • La libertad de distribuir copias, con lo que puedes ayudar a otros.
  • La libertad de mejorar el programa y hacer públicas las mejoras a los demás, de modo que toda la comunidad se beneficie. (Otra vez el acceso al código fuente es un requisito previo).

 

 

 

Aprendí a leer

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En un pequeño pueblo de la provincia de Salamanca de alrededor de mil habitantes, la mayoría de los cuales malviven de la agricultura, propia o a jornal. Naturalmente, unos cuantos viven con holgura porque tienen tierras suficientes para ello, y alguno tiene hasta una dehesa, pero no hay que contar con él más que el día de la romería, que va hasta la ermita de su propiedad, y en ocasiones para las caridades de navidad al estilo de Los santos Inocentes de Delibes.

Debía ser el año 1954 porque mi madre siempre ha dicho que como doña Juana, la única maestra en aquel momento, era su vecina y la quería mucho, me admitió antes de cumplir los 6 años. Por espacio en el aula no había problemas. Como todavía no se había construido la escuela de niñas, la clase se impartía en el salón parroquial, un espacio rectangular largo y estrecho, mal iluminado por tres ventanas verticales. Allí cabíamos las alrededor de 60 niñas del pueblo en edad escolar, de 6 a 14 años.

La escuela era, claro está, unitaria de niñas. Cuando se construyó el edificio, creo que al año siguiente, pasó a ser graduada de niñas, al lado de la graduada de niños, pero sin relación ninguna con ella. A partir de entonces tendríamos dos clases: doña Juana se quedó con la de las mayores y las pequeñas pasamos a manos de la nueva y también estupenda maestra: doña Consuelo.

El material con el que acudíamos a la escuela no tenía nada que ver con el actual: consistía en la cartilla, una pizarra del tamaño aproximado de una cuartilla incluyendo su marco de madera, un pizarrín y un trapo para borrar que se llevaba atado para que no borráramos con la mano. Una vez que sabíamos escribir con soltura pasábamos a usar el cuaderno de dos rayas y el lápiz.

El respeto a la maestra, como a los padres, tenía a veces más que ver con el miedo que con otra cosa, porque los castigos físicos no estaban mal vistos y no eran raros, aunque no pasaran de una bofetada o unos azotes. Todas, y todos, teníamos claro que más valía que en casa no se enteraran de que  en clase nos habían reñido, castigado o dado una torta: recibirías el doble.

Asistir a clase era una posibilidad que se iba al garete cuando había algo que hacer en casa o en el campo. La de veces que le escuché a mi abuela aquello de que el oficio del niño es poco pero el que lo pierde es un loco. Sólo cuando la razón era hacer los dulces para las fiestas del pueblo no me importaba faltar a clase. Pero a veces se consideraba imprescindible.

Siempre me he preguntado cómo se las apañaban los maestros y maestras de entonces para atender a toda aquella chiquillería tan dispar. Recuerdo el runrún de la clase, bajito, porque cuando hablaba la maestra se la oía, pero permanente, como el de una colmena.

Cada grupo hacía tareas diferentes, y había ratos en que alguna de las mayores daba de leer a las que estábamos aprendiendo. Las cosas se hacían sin prisa, cuando ya sabías leer una página de la cartilla pasabas a la siguiente. Si alguien en casa leía contigo, o tenías mucha facilidad, aprendías antes. Si no era el caso, tardabas más.

La vida de las niñas y los niños no era fácil entonces, como tampoco lo era la de los adultos. Comodidades, ninguna, ni siquiera agua corriente, ni luz eléctrica, con todo lo que ello implica. La comida escaseaba en muchas casas, la nuestra entre ellas. En aquellos inviernos tan fríos que se helaba el agua del caorzo hasta el punto de que los muchachos lo recorrían en toda su longitud patinando bajo los árboles, la única fuente de calor en el aula, aparte del que nosotras generábamos, era un brasero de cisco bajo la mesa de la maestra. Había días en que no podíamos escribir porque las manos se nos entumecían de frío.

Pero a luz de un candil y al amor de la lumbre, en mi casa, en las largas noches de invierno, se producía un milagro: se escuchaban historias fantásticas, terribles, bonitas… que no tenían nada que ver con la vida que vivíamos, en las que los protagonistas pasaban muchas penalidades pero terminaban siendo felices. Mi padre leía en voz alta y los demás escuchábamos embobados, las manos ocupadas si había faena: desgranar maíz, seleccionar las alubias, coser o hacer punto. Los pocos libros que había en la vecindad circulaban de casa en casa: se prestaban (como el pan, pero esa es otra historia). Y si se acababan, se volvían a leer.

Si leyendo se podía conocer historias y enterarse de las partes que una se perdía cuando uno de los más pequeños lloraba (mi familia aumentaba cada dos años) y había que ir a mecerlo hasta que se dormía, ¿cómo no querer leer? Yo creo que me gusta la lectura desde antes de ser lectora gracias a esta costumbre familiar que se perdió cuando llegaron la comodidades y hubo otras formas de entretenimiento.

Escribí este post a petición de Mayti. Ella lo publicó en su blog   del  mismo título e hizo la ilustración.

¡Enhorabuena, compañera!

Hoy, 18 noviembre, cumple 65 años y se jubila una compañera. Digo bien: compañera, porque en compañía, una junto a otra, hemos trabajado por la educación de muchos grupos de niños y niñas, antes, de chicas y chicos, después. Diferencio compañera, con la que se trabaja en compañía, de colega: persona de la misma profesión, nada más.

IMG-20131105-WA0007Hemos compartido inquietudes, intereses, experiencias y, sobre todo, el trabajo diario para conseguir que nuestro alumnado alcanzara las mayores cotas de formación y madurez personal, no sólo académica.

Tutora excelente, siempre ha conocido la situación familiar y personal de cada uno y cada una de sus tutorizados y actuado en consecuencia con ellos, con su familia y con el equipo educativo, que no siempre quiere tener en cuenta otros aspectos que no sean aprendizaje y comportamiento en clase.

Comprometida, implicada, buena profesional, cristiana convencida, de las que dan testimonio con su ejemplo más que con sus palabras, pero sin rehuir dar su opinión desde su opción religiosa. Siempre desde el respeto a las opiniones y criterios que pudiéramos tener los demás.

Cuando ha pasado épocas difíciles, que las ha tenido, como casi todos, ha sabido estar a la altura de la situación y dejar el trabajo, que le podía resultar terapéutico al sacarla de su ensimismamiento (quien no ama su trabajo no podrá entender esto), por temor a perjudicar a su alumnado al no poder rendir al cien por cien.

Muchos días ha llegado al centro comentando con alegría que había encontrado a Fulanito o Menganita, que fueron alumnos hace diez, quince años, trabajando en tal o cual sitio y le habían contado cómo les iba en la vida, lo que da muestra de las buenas relaciones establecidas. Seguirá encontrándoles, porque el mundo es pequeño, y seguirá interesándose por su vida y alegrándose de sus éxitos y sintiendo pena por sus fracasos.

Lo expresa perfectamente Gabriel Celaya en el poema que publiqué en una entrada anterior y que le dedico.

Estoy segura de que en medio de sus actividades familiares con hijos y nietos encontrará tiempo para alguna labor social.

Seguiremos compartiendo intereses, experiencias, inquietudes, que no serán las derivadas del trabajo diario, pero serán.

Y doy gracias a la vida, que me ha dado tanto. Entre otras muchas cosas, la posibilidad de trabajar con Mame

 

Jornada de lucha por la escuela pública

No es nuevo: estoy a favor de la escuela pública de calidad y en contra de la LOMCE, que favorece de forma manifiesta a la escuela privada.

Si perdemos el derecho al acceso a la educación en condiciones de igualdad estaremos condenando a gran parte de la población, y en consecuencia al país, a una vida menos satisfactoria, al privarles de la posibilidad de mejorar su situación de partida.

Entre los derechos que estamos perdiendo en esta crisis tomada como excusa para la reforma, a todas luces ideológica, de la sociedad del bienestar que creíamos conseguida, los relacionados con la educación están entre los más dolorosos porque afectan al futuro, a nuestros hijos y nietos.

La relación entre el nivel de estudios de padres y madres y los resultados en la pruebas PISA del alumnado actual, que pone de manifiesto José María Maraval en los últimos párrafos de este artículo, nos da la clave de lo que nos puede esperar en el futuro si no conseguimos que se corrija la derrota que marca la LOMCE.

Hay quienes se han tomado grandes molestias para poner en evidencia los errores que suponen los recortes y la ley. Aquí dejo dos ejemplos que circulan en la red y han sido creados para que se transmitan viralmente.

Éste utiliza un método que recuerda aquellos tiempos a los que parece que quieren devolvernos.

Como dice mi amiga Charo, a mí, mañana, no me cuentan porque no me descuentan. Pero estaré en la manifestación. Y dejo clara mi opinión: Porque creo en la Educación, defiendo la Pública:

Gracias

El pasado viernes un grupo de amigas y amigos organizaron una reunión  muy especial. Maestros y maestras que pasamos por el colegio Guadalcacín, hoy Tomasa Pinilla, desde 1974 en que yo llegué hasta el día de hoy, y algunas otras personas relacionadas.

En este claustro de recuerdos salieron a la luz hechos, anecdotas, metáforas, personas, emociones mil. Regalos y más regalos para celebrar, por sorpresa, mi reciente jubilación.

Gracias, amigos y amigas. El regalo sois vosotros. Los que estuvisteis y los y las que no pudieron asistir.

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