Titiriteros

La RAE define al titiritero como la persona que maneja los títeres. Pero tiene una segunda acepción que es la que personalmente asocio al uso de la palabra en mi infancia: Persona que con habilidad y arte anda y voltea por el aire sobre una cuerda o un alambre, y hace otros ejercicios semejantes.

En ambas acepciones y en sentido figurado hay en la actualidad muchos titiriteros, y no son precisamente los que han estado detenidos.

Hay expertos en manejar los hilos para desviar la atención de lo que no les interesa que se vea: mientras se habla de los títeres no se está debatiendo y sacando conclusiones  sobre la corrupción que debía ya haber inhabilitado para gobernar a un partido que al parecer la lleva en su ADN; un error en el ayuntamiento de Madrid, si se magnifica adecuadamente, puede dificultar acuerdos con Podemos.

Y hay expertos en hacer equilibrios para mantenerse en sillón, endosando a otros la responsabilidad de sus errores o malas prácticas: ni Rita Barberá, ni Esperanza Aguirre, ni Mariano Rajoy, ni tantos otros, aceptan ninguna responsabilidad por la corrupción en medio de la cual han vivido y siguen viviendo. El sentido común dice que no es posible que la desconocieran pero están convencidos de que ello no afectará a sus posibilidades de seguir.

Y los medios de comunicación colaboran eficazmente para lograr que los manejos y los equilibrios consigan lo que pretenden, cuando no son ellos mismos los que inician el proceso.

¿Cómo se puede entender que en el siglo XXI, en un país del primer mundo (no escribo democrático porque estas prácticas me temo que poco tienen que ver con la democracia) la libertad de expresión esté tan disminuida como para que se pueda detener a alguien por el contenido de un teatro de títeres?

Aplicando una ley que con razón se conoce como Ley Mordaza.

El cuento que contaban los títeres

 

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