Cuando oí la noticia por primera vez, en la radio como tantas veces, pensé: Esto hay que verlo con calma.
Tenía razón. Entiendo que se han sentado las bases para grandes avances (o retrocesos, depende de como se use), pero en sentido estricto no puede decirse que se haya creado vida. Se ha copiado el genoma de una bacteria previamente secuenciado, con ligeras modificaciones, no todas voluntarias, y se ha introducido en la carcasa de otra a la que se había extraido su propio genoma. Y la nueva célula ha sido capaz de reproducirse.
No es que me parezca pequeño el exito del equipo de Craig Venter, ni mucho menos. Las posibilidades que abre son inmensas, pero pienso que queda mucha investigación por delante hasta que se hagan realidad. Y conste que me gustaría ver algunas de ellas realizadas: fabricación de combustibles, limpieza de vertidos, curación de enfermedades…
Rápidamente han saltado las alarmas sobre el control que deberá ejercerse sobre la técnica que lo hace posible. No estoy muy segura, o me gustaría no estarlo, de cuál es la razón de que se requiera tanto control sobre los avances de las ciencias. Ya sabemos el uso que se dió a la dinamita, a la energía nuclear… Cierto. Pero… ¿no son en este momento más importantes los motivos económicos? Esa pretensión de patentarlo todo no parece tener otra finalidad.
Y por otra parte, los secretos, en un mundo de exhibicionistas, son cada vez más difíciles de guardar.