Luis lleva 9 años haciendo el mismo trabajo y trabajando para el mismo empresario, pero no en la misma empresa, porque tiene tres que se dedican a lo mismo: subcontratar servicios para las grandes del sector: Endesa, Telefónica, Gas Natural …
Cada cierto tiempo, Luis es despedido para unos días mas tarde ser contratado en otra de las empresas de su jefe para continuar su interrumpida labor donde la dejó.
Como el empresario conoce la ley, al despedirlo le hace firmar un finiquito que no le paga, porque lo va a contratar de nuevo. Claro que, como lo ha firmado, Luis tiene que declararlo a Hacienda, le recuerdan en el momento de la firma (porque en la empresa la misma cantidad va a figurar como pago en vez de como beneficio, aunque eso no se lo dicen). El año pasado Luis pagó por ello alrededor de seiscientos euros.
Y Luis está contento, porque tiene trabajo mientras otras personas con mayor preparación que él no lo tienen.
¿Que cómo sé estas cosas? Porque ayer Luis estuvo en mi casa para revisar una instalación y hablamos.
Ir de viaje con un grupo de cincuenta y cuatro personas de las que sólo conoces a dos o tres puede parecer un riesgo, especialmente si no eres la alegría de la huerta, como es mi caso. Pero puedo asegurar que no es riesgo ninguno si el grupo con el que vas es alumnado y familia del CEPER Victoria Alba comandado por su exdirector y naturalmente maestro, Enrique del Valle.
Un grupo de personas tan diferentes (de 13 a 80 años, de muy variadas profesiones y niveles educativos) en la que todas se apoyan y acogen a las nuevas, y donde prácticamente nadie desentona con un mal gesto ya se trate de subir cuestas para visitar un castillo, de sufrir las inclemencias del tiempo o de disfrutar de una buena comida.
¡Y la marcha que tienen las mayores! Las primeras que están dispuestas para todo, que quieren visitar, conocer, escuchar a los guías, aprender lo que antes muchas no pudieron.
La organización magnífica, llevando controlado hasta el último detalle: la selección de los lugares (ni sólo ni sobre todo los trillados), todas la visitas con guías locales, la intendencia…
Como muestra de lo vivido, aquí se recogen algunos momentos:
La RAE define al titiritero como la persona que maneja los títeres. Pero tiene una segunda acepción que es la que personalmente asocio al uso de la palabra en mi infancia: Persona que con habilidad y arte anda y voltea por el aire sobre una cuerda o un alambre, y hace otros ejercicios semejantes.
En ambas acepciones y en sentido figurado hay en la actualidad muchos titiriteros, y no son precisamente los que han estado detenidos.
Hay expertos en manejar los hilos para desviar la atención de lo que no les interesa que se vea: mientras se habla de los títeres no se está debatiendo y sacando conclusiones sobre la corrupción que debía ya haber inhabilitado para gobernar a un partido que al parecer la lleva en su ADN; un error en el ayuntamiento de Madrid, si se magnifica adecuadamente, puede dificultar acuerdos con Podemos.
Y hay expertos en hacer equilibrios para mantenerse en sillón, endosando a otros la responsabilidad de sus errores o malas prácticas: ni Rita Barberá, ni Esperanza Aguirre, ni Mariano Rajoy, ni tantos otros, aceptan ninguna responsabilidad por la corrupción en medio de la cual han vivido y siguen viviendo. El sentido común dice que no es posible que la desconocieran pero están convencidos de que ello no afectará a sus posibilidades de seguir.
Y los medios de comunicación colaboran eficazmente para lograr que los manejos y los equilibrios consigan lo que pretenden, cuando no son ellos mismos los que inician el proceso.
¿Cómo se puede entender que en el siglo XXI, en un país del primer mundo (no escribo democrático porque estas prácticas me temo que poco tienen que ver con la democracia) la libertad de expresión esté tan disminuida como para que se pueda detener a alguien por el contenido de un teatro de títeres?
Aplicando una ley que con razón se conoce como Ley Mordaza.
El alumnado que prepara la prueba de acceso a la universidad se examina en abril, no tiene tiempo que perder. Quien tiene medios para ello se ha ido a una academia (enseñanza privada). Los que siguen acudiendo a clase, habiendo empezado en noviembre, y renunciado a preparar las áreas específicas por falta de profesor, es difícil que alcancen una preparación adecuada. Este año los resultados del alumnado del centro en esta prueba no serán como acostumbraban. ¡Que buena forma de promocionar la enseñanza pública!
Tal como se preveía, el número de chicos y chicas que pretendían obtener el título de Graduado en ESO se ha visto reducido sensiblemente: no más de treinta y cinco de los cincuenta y cuatro que empezaron siguen asistiendo con regularidad. Se han aburrido porque no tenían perspectivas de conseguir su título. ¡Ya no es necesario desdoblar la clase! ¿Seguro? ¿Alguien cree seriamente que se puede atender como se debe a un grupo tan numeroso con las dificultades que tienen? ¡Por favor!
Pero como lo que cuenta son los números, no las personas, no hay clases masificadas, YA NO SE NECESITA UN DOCENTE MÁS. Se acabó el problema.
Una muestra clarísima del efecto Pigmalion. Se cumplen los pronósticos de la administración: como iban a dejar de asistir, no era necesario una maestra, o maestro, más. Y lo peor es que esos datos, esa profecía cumplida, se utilizarán para la dotación de personal del curso siguiente: como se ha comprobado que, efectivamente, en el segundo trimestre ya no hará falta, ¿para qué nombrarlo? Total, si muchos van a dejar de asistir.
Sólo que es una falacia. Claro que una parte del alumnado que prepara pruebas se aburre y abandona, pero ni mucho menos en la medida en la que ha sucedido este curso. ¿Quién no abandonaría si las perspectivas de superar la prueba fueran tan escasas?
Como ya dijimos en otra ocasión, el prestigio de un centro docente se logra con muchos años de buen trabajo y se puede perder con mucha facilidad. Este curso los resultados serán peores. ¿Qué pasará el próximo?
Una administración educativa no puede, no debe, olvidar la necesidad de formación de aquellas personas que están en peores condiciones para defenderse en la vida, para insertarse en la sociedad y reunir las condiciones imprescindibles para acceder a un trabajo digno. Y en esa categoría entran sin duda aquellas que no tienen titulación académica, lo dicen todas las estadísticas que relacionan nivel de estudios y paro.
Una administración educativa que se denomine socialista, como la actual, no puede permitirse el lujo de despreciar a las personas con mayores dificultades y echarlas en los brazos de centros privados a los que pocos tienen la posibilidad de acceder. No puede negar el pan y la sal a los centros públicos mientras mantiene conciertos con centros privados que mal disimulan la selección de su alumnado. O, ¿por qué creen que en tantos centros concertados hay tan poco alumnado con necesidades educativas especiales (con la honrosa excepción, en Jerez, de SAFA), o proveniente de familias con escaso poder adquisitivo? ¿Por casualidad?
¿Y saben qué? Los administrados no deberíamos consentirselo.
Parece que no es tan fácil como puede parecer (y como debería) reconocer las actitudes y actuaciones machistas en la sociedad y en la familia. Si lo fuera no se colarían en anuncios y también en expresiones y manifestaciones de gente bien pensante que no se considera machista, indicios de lo que hay debajo de las buenas formas, en cuanto se rasca un poco.
Como sufrió Loli con sus nietos en un juego de feria, y cuenta aquí.
Como describe en un gran artículo lleno de ironía Barbijaputa la exposición de juguetes en un centro comercial en los días previos a reyes.
Como le sucedió a la vicepresidenta del gobierno en funciones cuando pretendiendo, entiendo yo, destacar actitudes machistas en los chicos lo que hizo fue culpabilizar a las chicas de la violencia que sufren: No le permitas que… (Si lo permites es tu responsabilidad)
Como les sucede a los maridos colaboradores (por supuesto no machistas) cuando dicen, incluso si la mujer trabaja fuera de casa y él no, que ayudan o colaboranen las labores domésticas. No comparten, si ayudan es porque no son suyas, claro. Están haciendo un favor. ¿A quién?
O a las madres que están encantadas de que su hija tenga novio porque así esta controlada.Es que es tan difícil… se excusan cuando les haces pensar en ello. Los chicos no necesitan control.
O las que incitan a sus hijas a aguantarse porque la convivencia es difícil y alguien tiene que ceder.
O las que no se respetan a si mismas y no se hacen respetar ejerciendo sus derechos, y con ello enseñan sin pretenderlo tanto a sus hijos como a sus hijas que en la familia la mujer está subordinada. Y si lo está en casa, ¿dónde no? ¿Como podrán sus hijas considerarse iguales a sus compañeros? ¿Como podrán sus hijos tratar a sus compañeras como iguales?
Me llamó la atención un artículo relacionado con el asesinato de una mujer por su pareja, porque los amigos y vecinos no querían que se hablara de violencia de genero sino de locura porque era muy buena persona. Pero los síntomas eran claros: La tarde anterior «fue la primera vez» que la fallecida podía quedar a solas con una amiga. Le había dicho a su marido que necesitaba un poco de espacio. El no quería que ella saliera. ¿Por qué empatizan tanto con él? Para mí está claro: porque si rascas…
Llevamos muchos años trabajando en coeducación, en igualdad, en las escuelas. Y los resultados no son buenos: muchos chicos minusvaloran a las mujeres en general y a sus parejas en particular, hay chicos que maltratan a sus parejas y chicas que soportan los malos tratos (lo he visto) sin romper la relación, las madres siguen siendo las responsables de la casa y de los hijos en demasiadas ocasiones (a veces con ayuda), una mujer que trabaja muchas horas fuera de casa es una madre ausente pero un padre que trabaja muchas horas es un hombre responsable…, y siguen muriendo mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas.
Y es que mientras en las familias la relación no sea igualitaria; mientras la sociedad tolere y no reconozca las actitudes machistas; mientras haya quien defienda desde un partido político que es igual la violencia de los hombres hacia las mujeres que la de las mujeres hacia los hombres, sin tener en cuenta que las estructuras sociales están tan asentadas sobre el machismo que es el miedo del hombre que ve amenazado su poder, el de quien que ha construido una sociedad a su medida y no quiere perder sus privilegios el que actúa y el que puede que incluso esté repuntando, como se argumenta en este artículo; mientras haya obispos que ligan la violencia de género con que ellas piden el divorcio; mientras todo eso no cambie, aunque en la escuela se trabaje, se debata, se analice, se llegue a conclusiones y se presenten en distintos formatos, la evolución será demasiado lenta.
Y en las escuelas se sigue trabajando. Como muestra un botón. Pero es necesario algo más. Para modificar esas estructuras latentes o manifiestas hace falta un acuerdo global para activar todos los recursos posibles.
Un video sobre las pequeñas cosas que llevan a las grandes:
Así parece que considera la administración educativa a la educación de personas adultas, de la que ya escribí en otra ocasión.
Juzguen si no:
A uno de los centros de educación permanente de Jerez le falta por nombrar una maestra, o maestro, para el curso 2015/2016. Porque digo yo que si se concede que dos de las profesionales trabajen sólo media jornada y otros cuatro tengan dos horas lectivas menos por ser mayores de 55 años, hay que nombrar, al menos, otra. Pues estamos a 6 de diciembre y ni flores.
Esto no sucede en ninguna otra modalidad educativa. Como ésta no es obligatoria…
Al tratar a un centro con esta desconsideración se olvida:
Que los objetivos educativos que marca la Unión Europea no se conseguirán sin estos centros: un elevado porcentaje del alumnado de ESO, sale del instituto sin el título de graduado. Aquí muchos de ellos lo obtienen y con él una mayor posibilidad de inserción en la vida laboral y de incorporación a otro tipo de estudios.
Que ofrecen una preparación de calidad para la preparación de las pruebas de acceso a estudios superiores, como se puede comprobar con sus estadísticas de aprobados.
Que la formación a lo largo de la vida va a ser imprescindible, lo es ya, para adaptarse a los nuevos contextos laborales y sociales. Al respecto dice la Comisión Europea: La crisis ha puesto de relieve el importante papel que puede desempeñar el aprendizaje de adultos (1) para lograr los objetivos de Europa 2020, al permitir a los adultos —sobre todo a los trabajadores poco cualificados y de más edad— mejorar su capacidad de adaptación a los cambios del mercado laboral y de la sociedad. El aprendizaje de adultos proporciona medios de mejora de las competencias o reciclaje de los afectados por el desempleo, la reestructuración y los cambios de profesión, y representa una importante contribución a la inclusión social, la ciudadanía activa y el desarrollo personal.
Que para conseguir el prestigio que un centro logra en mucho tiempo (buenos resultados en las pruebas oficiales para las que prepara, actividades complementarias de calidad, satisfacción del alumnado…) se necesitan muchos años de ingente trabajo, pero perderlo es muy rápido: basta un curso sin el profesorado imprescindible para mantener el nivel.
Que una parte importante del alumnado de estos centros es muy frágil emocional y socialmente: ya ha fracasado con anterioridad, tiene baja autoestima, se desanima con facilidad. Una mala atención (grupos demasiado grandes, escasez de horas en materias difíciles, dificultades para usar la tecnología…) hace que renuncien al objetivo perseguido.
Que aunque no es enseñanza obligatoria para el alumnado, porque su edad supera los dieciséis años, no por ello es menos necesaria, ni es menos obligatorio para la administración educativa dotarla del profesorado imprescindible.
¿Centros de segunda categoría? Si se les trata como si lo fueran lo serán, naturalmente. Sin profesorado suficiente no es posible alcanzar la educación de calidad a la que aspiran y por la que trabajan. Y que la sociedad necesita.
Dedicado al CEPER Victoria Alba, en el que intento aprender inglés, y cuyo trabajo valoro, al parecer, más que la administración de la que depende.