Un grupo de abuelas del alumnado del centro vinieron al instituto para contarnos cómo había sido su vida. Pretendíamos que nuestros jóvenes se hicieran conscientes, en el Día de la Mujer, de lo mucho que la sociedad debe a las generaciones precedentes, especialmente a las mujeres que soportaron la carga más dura; también de cómo ha cambiado la situación de la mujer al ver el contraste entre el ayer y el hoy.
Fue emocionante escuchar a las mayores (algunas son muy jóvenes) contar las penalidades que pasaron para sacar sus familias adelante, el doble trabajo en casa y fuera, la falta de aprecio por su labor, la falta de colaboración de los hombres de la familia, su imposibilidad de acceso a la educación en la infancia… y ver como los chicos y chicas escuchaban, preguntaban, querían saber.
Y descubrimos que algunas de ellas son más modernas en relación con la igualdad de género que sus hijas. Tienen lucidez y perspectiva para ver la realidad y no entienden que haya mujeres que sigan dominadas por los hombres. Y vaya si las hay. En su generación, en la de sus hijos, y en la de sus nietos.
Decía una de ellas, para explicarlo, que cuando en la escuela de adultos (a la que muchas han asistido y algunas siguen asistiendo) se proyectó una visita a Córdoba, la mayoría de las mujeres dijeron que tenían que consultar a sus maridos, y al oírlas a ella se la llevaban los demonios (sic):
– ¿Por qué le voy a preguntar si quiere que vaya? ¿Acaso él me pregunta si me parece bien cuando se va de cacería?
Se puede entender, aunque no se justifique, la situación que ellas vivieron en el contexto de entonces. Es menos comprensible que sigan existiendo situaciones de dominación entre las madres del alumnado y sus parejas, y puedo asegurar que existen, y no son pocas. Y es totalmente inadmisible que se establezca ese tipo de relación enfermiza entre jóvenes adolescentes.
Que los chicos intenten que ellas no vean a sus amigos, que no hablen con sus exnovios, que no usen ropa ajustada, no es raro. Y que ellas pasen por el aro tampoco, aún siendo conscientes de sus renuncias.
Quizá no sea tan raro si tenemos en cuenta los ejemplos de las personas públicas:
Nuestra vicepresidenta dice que la conciliación nos toca a las mujeres
Un dirigente del PSOE envía a una ministra a hacer punto de cruz
Consiguen la alcaldía de Ponferrada con el voto de un condenado por acoso sexual, aunque luego se arrepientan.
Y podríamos seguir. Si quieres datos, aquí hay cinco gráficos que hablan de lo que nos falta en igualdad